miércoles, 1 de abril de 2020

Diario de una cuarentena. Día 19

Hoy me he levantado muy cansada. Más que ayer. Pero no, tranquilos, no es coronavirus, es la regla. Es que algunas cosas que existían antes no han desaparecido.
Lo malo de los días así es que ya sabes que se te van a hacer largos. De pie en la cocina, antes de ducharme sólo pienso que quiero que esto acabe ya y que aunque sea la última semana de cole antes de las vacaciones, no aguanto ni un día más. Sé que tengo que cambiar de actitud, pero no me apetece.
Por suerte la ducha y el desayuno me ayudan a toma tierra de una manera más suave. Siempre protesto porque los niños se levanten tarde pero la verdad es que me ayuda tener un tiempo por la mañana sin ellos.
Cuando por fin se levantan y desayunan, van demasiado lentos para mí y noto que me enfado por todo. Los veo con la tele y repito una y otra vez que no sé por qué se ha cogido esta costumbre de poner la tele en el desayuno, que no estamos de vacaciones...y bla, bla, bla. Y el rollo creo que me lo echo a mí para no dejarme ir y pasar del cole y de todo. Cuando por fin se visten, se arreglan y ya podemos empezar, dan mil vueltas, quieren hacer no sé qué, "espera un momento que miro esto" y me enfado y les digo que yo estoy dejando de hacer mi trabajo por ellos y que podían agradecérmelo. Entonces mi hijo me dice que no lo haga, que él no me lo ha pedido. Y me enfado más, claro. Así que le digo que perfecto y que me pongo a trabajar. Evidentemente en un minuto ya están de vuelta.
Así que empezamos, pero no estoy contenta porque no me gusta ponerme así con ellos. Yo soy la adulta, yo soy la madre y la que tiene que estar ahí por ellos; es absurdo hacer entender a unos niños los sacrificios que supone una situación así. No tienen que entender, no tienen que valorarme, bueno, no como lo haría otro adulto. Ellos tienen que ser responsables, pero en su medida y sólo de lo suyo. El peso de llevar la familia es nuestro, ellos están en la edad de disfrutar, de ser niños.
Así que la primera clase con mi hija se me hace algo pesada. Tengo sueño, no me apetece y ni siquiera lo que está haciendo me parece divertido. Mi hijo nos interrumpe, pero no puedo ayudarle ahora y le pido que cambie de asignatura. Todo se me hace cuesta arriba. 
El descanso llega en lo que a mí me parece una eternidad. Pongo la tele mientras tomo algo y los contagios han subido. Esto no cesa. Pero no es una sorpresa, se supone que seguiremos en subida un tiempo. Mira China, mira Italia...esta peli ya la he visto.
Mi marido también hace un descanso y me dice si voy a ir a comprar porque ya no hay yogures. Me enfado de nuevo y le digo que voy mañana. Él no entiende la diferencia entre un día y otro, pero es que la verdadera diferencia es ninguna, lo que me pasa es que no quiero ir. No me gusta ir a la compra y no quiero salir de casa. 
Cuando de nuevo me quedo sola en la cocina me doy cuenta de lo absurdo que es mi comportamiento así que me pongo a hacer la lista de la compra. Voy y me lo saco de encima. Además pierdo de vista el cole, hoy acabamos cuando yo me vaya y ya está. Pero finalmente se ofrece a ir mi marido, que además va a probar si Hipercor está bien y de paso coge folios, que buena falta nos están haciendo también.
Mientras esperamos a que vuelva, las lentejas se van cociendo y las tareas del cole parece que avanzan bien. Mi hija tiene una ficha de lengua muy entretenida, con un mensaje secreto que descifrar y así le puedo echar una mano a mi hijo. El pobre se está haciendo muy mayor haciéndose cargo de su educación casi solo.
Entre unas cosas y otras llama mi jefa que me dice que, esta vez sí, mantenimiento de jardines para. Y le va a comunicar al ayuntamiento que yo sigo teletrabajando, que una de mis compañeras está de baja y la otra se acogerá al permiso del gobierno y devolverá las horas una vez se reanude la actividad normal. Yo me siento aliviada por este tiempo que tengo hasta que finalice Semana Santa. Pero no puedo evitar pensar con inquietud en qué pasará después. Es seguro que los niños no van a volver al cole y yo no puedo seguir trabajando así. No sé qué va a ser de mi futuro laboral pero sé que en esta empresa nadie me echará una mano para resolverlo. Con la cantidad de tiempo que estuvimos esperando a que saliese este contrato, es una pena lo desencantada que estoy. Sé que no es momento para tomar decisiones pero no puedo evitar sentirme "fuera", como si no perteneciese a este sitio.
Mientras hablo con mi jefa, los niños entran varias veces enseñándome unos perros de papel que han hecho y yo una y otra vez indicándoles por señas que salgan; esto es el teletrabajo, hacer delante de una jefa que sabe que estás en tu casa con toda la familia como si estuvieses sola.
Cuando cuelgo me entero de que era la actividad de plástica de mi hijo, hacer y colorear un perro con papiroflexia. Como yo tardaba al teléfono, hizo otro para su hermana.
Enseguida llega mi marido con la compra, colocamos todo entre los dos y comentamos lo que había, lo que no, mira esto, traje leche...y me voy haciendo una composición de si aguantaremos una semana sin volver. Bueno, de momentto el asunto del súper queda aparcado. Una cosa menos.
Nos ponemos a comer y, no es porque las haya hecho yo, pero las lentejas están deliciosas. Hasta mi hija se acaba todo el plato y mi hijo comenta que cocino mucho mejor que las cocineras del cole.
En cuanto terminamos de comer mis hijos salen pitando a jugar y mi marido al trabajo, que como ha perdido el tiempo de ir al super, quiere empezar cuanto antes. Me quedo sola en la cocina y me hago otro café. Entonces me entra el ansia de la limpieza, esa que ya parece haberle dado a todo el mundo. Separo la mesa, la despejo de objetos y sillas y me pongo a fregar pero, ya que estoy, se me ocurre atacar a unas manchas que hay en la silla de mi hija que nunca salen. Y la verdad es que sí que salen y la dejo blanquísima, como si me fuera la vida en ello...así que la de mi hijo no se va a quedar peor...y la ataco también. Las froto, las seco, las miro...y me quedo como si hubiese descubierto la vacuna del coronavirus. No sé por qué la limpieza me da esa sensación como de solucionar algo, pero la verdad es que me siento muy bien.
Entonces entra mi hijo y me dice que desde el cole les dicen que los niños tienen que ayudarnos y que lo va a hacer. Se va al salón y se pone a ordenar, pero hasta dobla las mantas, ordena las revistas y enciende la roomba mientras ordena, ja, ja, ja. Le doy las gracias, le digo que estoy muy orgullosa...y dice que no se las dé, que todos tenemos que ayudar. Y se va a la habitación a ordenarla también. Mi hija, que habitualmente le copia en todo, se pone a ordenar también su habitación pero se le va un poco de las manos, porque vacía un cajón lleno de cosas y se le hace un poco difícil reubicarlas. 
Al final la ayudamos y lo consigue. Ellos están muy orgullosos de lo que han hecho y a mí me han cambiado el humor con el que empecé el día. Pienso en que a veces, cuando parece que te ahogas, la ayuda viene de la forma más inesperada y lo difícil se hace fácil. 
Mi marido que por fin ha acabado de trabajar, también está relajado y contento y de nuevo me siento bien y siento que se han alejado las nubes de esta mañana. 
En el estado de whatsApp de una amiga llevo días viendo unos dibujos estupendos pero el de hoy definitivamente es mi preferido. La felicito porque imagino que los ha hecho ella y me lo confirma diciéndome que durante el confinamiento ha vuelto a pintar. Yo le digo que he vuelto a escribir y de nuevo siento como si este parón obligado estuviese siendo de muchas maneras una segunda oportunidad, un reencuentro con uno mismo y una ocasión de sacar lo que de verdad eres ¿y si nos cambia la vida de verdad?
En el extremo opuesto, vuelvo a leer un chiste (ni siquiera con gracia) del PSOE y Podemos en un grupo de whatsApp y marco "salir del grupo", sin decir nada, sin anestesia, como un esparadrapo. Lo de los grupos a lo mejor también es buen momento de replanteárselo. Pensar qué me aportan o qué me aportaría no tener cada grupo. Me río de mí misma porque ya me había salido de ese grupo una vez. Y es que a veces soy una blanda y no quise decirles que no cuando me volvieron a meter. Pero mira ahora, haciendo la misma tontería una y otra vez... en qué estaba pensando...
El caso es que ya está, una buena ocasión para limpiar armarios también.
Antes de que empecemos el tema baños-cenas, aprovecho para enviar las tareas del cole y ya corriendo...a aplaudir. Un coche de policía con la sirena puesta recorre despacio la calle y se va deteniendo frente a cada grupo de edificios; cuando se para frente al nuestro, los policías bajan y nos aplauden; por los altavoces nos dan mensajes de apoyo mientras nos aplaudimos unos a otros. No puedo evitar que se me salten las lágrimas. Porque me paso todo el día repitiendo que estamos bien y es la verdad, que somos unos privilegiados... pero hay momentos...
A mi hijo se le ha caído un diente así que, por segunda vez en esta cuarentena, esta noche nos visitará el Sr Pérez. Espero que siga siendo una actividad esencial.


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