jueves, 23 de abril de 2020

Diario de una cuarentena. Día 41

Esta mañana el despertador sonó como unas mil veces antes de que consiguiese levantarme. Me incorporo en la cama, me fijo en la hora y pienso en el día que me espera si ahora estoy tan dormida. Camino por el pasillo y veo que mi hijo arrima la puerta de su habitación y enciende la luz. No me puedo creer que vaya a madrugar sin necesidad. Pero no le digo nada, demasiado sueño para hablar aún.
Después de la ducha me lo encuentro desayunando en la cocina, vestido ya y todo contento. A mí me gusta desayunar sola pero me tengo que rendir a su carita.
Cuando termina su desayuno le animo a que empiece con las clases cuanto antes porque hoy tiene vídeo llamada con toda la clase y le hará falta el tiempo para no dejar nada para la tarde. Se resiste un poco pero finalmente empieza y se encuentra con una actividad que le gusta, para celebrar el día del libro.
Yo quiero ver una cosa de trabajo antes de nada y como no, la historia se repite, mi hija se despierta antes de que yo me haya lavado los dientes. Vale, me encargo de ella, pero cuando finalmente está lista le digo que no podemos empezar hasta que yo acabe mi asunto pendiente del trabajo. Cuando estoy a punto de acabar, me llaman del Ayuntamiento preguntándome precisamente por lo que estaba haciendo; ¡bien! envío el correo en cuanto cuelgo. Salvada por la campana, qué bien he quedado.
Mis hijos, sobre todo mi hijo, están de nuevo bastante alterados y gritan y me la lían en cuanto pestañeo. Parece que lo de los paseos nos ha caído del cielo, pero como la semana siga así, se me va a hacer largo. Encima el tiempo está feísimo y yo tengo siempre sensación de frío.
Las tareas con mi hija van bien, mientras escucho a mi hijo hablando con su profe y sus compañeros. Tiene un día asequible, así que aunque hace descansos porque la noto espesa, llega a estar libre a una hora que a mí me va bien para hacer la comida. Mi hijo, al acabar la llamada, aun tiene unas cuantas cosas que hacer. En un momento me llama para que vea con él un vídeo de su profe de natural. Es muy didáctico porque su profe va contando lo que hay en pantalla y va marcando todo con círculos, cuadrados... yo me acuerdo de una chorrada de Barrio Sésamo donde un teleñeco dibujaba en el aire círculos y triángulos. Lo tengo que buscar en youtube.
Total, que de tiempo vamos genial pero de actitud... movidos, por decirlo de forma educada. Hubo bronca justo antes de la comida.
Hoy comimos normal (después de dos días de comida muy rica) y mi hija volvió a comer mejor de lo que es habitual en ella.
Por la tarde no dormí siesta, porque quería revisar un presupuesto que me enviaron y una documentación que necesitaba mi compañera para inspeccionar una obra. Sorprendentemente pude hacer todo lo que me propuse y no acabé de trabajar porque alguien me interrumpiese, sino por dar por finalizado lo que estaba haciendo. El truco es que mandamos a cada uno de mis hijos a jugar solo a su habitación. Y después me pidieron (porfi porfi) volver a jugar juntos, así que sabiendo que se la jugaban, la verdad es que se portaron bien. Pero en la merienda volvió a haber drama... y volvieron a calmarse.... y así llegamos a los aplausos y a los baños...
Entorno a los aplausos yo me desconecté de ellos, porque no es bueno saturarse cuando tienen un mal día. Mi marido puso música en el salón, ellos estaban escribiendo y yo aproveché para organizar temas de las clases y para hacer unas lentejas para mañana. También para comenzar a escribir el diario. Y es que un momento tranquilo hay que ver lo que cunde.
De las tres hermanas que somos sólo una faltaba por teñirse en casa y lo hizo hoy. Como hicimos las demás, mandó fotos y la verdad es que el resultado fue muy bueno. Sacarse las canas y más ahora que ni nos pintamos ni nos ponemos pendientes, ni nada, es fundamental. Un poquito de vidilla y alegría ahora no tiene precio. También hablamos un poco de la situación de Madrid, de lo que se va sabiendo y de todo lo que quedará por saber. Es escalofriante lo que ha pasado y lo que ha podido llegar a vivir tanta gente. De nuevo me siento una privilegiada porque la tragedia real me pille lejos, en la tele.
Pero mientras yo estoy entretenida en mis cosas y mi hueco para respirar, advierto a mi marido que para el día que llevan los niños, no es muy prudente alargar lo de la hora de irse al baño. No me hace caso y de nuevo la lían. Él quizá piense que la iban a liar igual y de esta manera también él se ha permitido un pequeño respiro.
Cuando todo está en calma, cenamos nosotros y vemos en la tele un documental sobre ingeniería romana. Flipante. Te das cuenta de que no hemos inventado nada desde hace dos mil años, sólo materiales y mejora de medios. Nos hemos enganchado ya al programa, como dos frikis de la ingeniería que somos. A ver si de aquí a una semana recordamos que lo ponen. Y así, admirando acueductos romanos se nos ha hecho tarde, pero me ha sentado muy bien conectarme a algo que me apasiona, sin pensar en nada más.

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