sábado, 4 de abril de 2020

Diario de una cuarentena. Día 22

Hoy era el último día de clase antes de las vacaciones y eso lo ha cambiado todo.
Me ha cambiado a mí, casi desde primera hora, que sólo pensaba en eso y le ha cambiado a los niños, con más ánimos para hacer un último esfuerzo antes del descanso.
De todos modos por la mañana choqué un poco con mi hijo, primero por levantarse temprano y tenerlo con nosotros en el desayuno, después por entretener a su hermana cuando no debía, por ponerse a organizar por su cuenta....es muy inquieto y a veces aun queriendo ayudar...
Pero bueno, que me tomé yo lo de las clases un poco a la ligera, como cuando tú eres la alumna y el día antes de las vacaciones no hay quién te centre. 
Y por suerte mi hija tenía una propuesta muy divertida de su profe de educación física, salvar una serie de retos en distintas etapas, ir a través de un mapa luchando contra animales malvados...para acabar salvando al profe de los malos. Muy chulo. Íbamos poniendo vídeos del profe que le iba diciendo cuál era el siguiente reto y de vez en cuando se oía la voz de una mujer; pensaba yo en este hombre y probablemente su pareja, grabando para los alumnos... muy grande lo que han hecho los profesores estas semanas. Nunca falta una canción, un vídeo, un correo... no sé si estarán trabajando más o menos pero sí los imagino conectados muchas más horas, contestando emails sin un horario y, como todos, compaginando eso con su propia situación familiar. No me gustaba la tutora de mi hijo pero ahora hasta eso ha dejado de importar, además de que a distancia sí creo que lo está haciendo bien. Con mi hija sin embargo, me da pena, porque adoraba a su profe y la echa de menos.
Pero los dos están bien y eso me tranquiliza. Hoy en la comida les decíamos que ya llevábamos tres semanas, 21 días, encerrados y mi hijo matizaba: "llevamos nosotros" porque siempre nos echa en cara que salimos a la compra y eso ya no cuenta como estar encerrado.
A veces me llegan rumores de si acabará habiendo alguna medida para salir a pasear con los niños pero no sé si lo haría. Al principio yo misma pensaba en ello, los veía como enjaulados y se morían por salir. Ahora me da miedo, no me apetece. Y ni siquiera me lo imagino como algo alegre. ¿Cómo sería? ¿bajar con un solo niño, caminar hasta el final del edificio y dar la vuelta? no sé si sería peor. Yo quiero salir con ellos, claro, pero de verdad. Cuando podamos salir de verdad. Acercarnos al parque, correr por la hierba, jugar al fútbol, andar en bici... pero hasta llegar a eso, no sé si no es mejor no salir.
Tampoco me atrae la idea a mí personalmente de juntarme con la gente. Compartir espacio con otras personas, incluso con amigos o familia me parece ahora mismo una idea muy poco apetecible. No sé cuándo me sacaré esa sensación porque cuando salgamos el confinamiento habrá sido más largo de lo que ya llevamos y supongo que la sensación se habrá hecho mayor, no al contrario.
Me encantaría saber cuándo y cómo va a ser el final. Ahora se va a ampliar el plazo se supone hasta el 26 de abril...creo que no será la última vez. Y aunque es cierto que ampliando poco a poco te vas adaptando...si hubiese una fecha final, podría ir descontando, haciendo planes. Por eso cuando la gente dice que es un día menos, no me lo parece, porque no siento que pueda descontar días de un plazo que desconozco, me parece que sólo sumo. Es como sacar el tapón de la bañera con el grifo abierto, se va vaciando el agua, pero lentamente.
El caso es que la mañana fue muy relajada y volvió a salir el sol. Los arboles de la avenida tenían más hojas que ayer y hasta mi hijo se dio cuenta.
De comida, otra vez carne rica rica que entusiasmó a los niños: presa ibérica. Bueno, a los niños y a nosotros, claro. Y de nuevo charlamos sobre el tiempo que llevamos, sobre el cumpleaños de mi marido que es la semana que viene...mi hijo ya tiene claro qué tarta quiere por nuestro aniversario...y es en mayo, ni siquiera se ha planteado que para entonces ya podamos salir. Para el cumple de su padre ya me dijo si podíamos volver a comer al restaurante al que fuimos en el día del padre, que le gustó mucho. Y yo le recordé que aquel mismo día habíamos hecho la reserva. Y sí, el plan está genial y lo volveremos a hacer, pero yo ya he dicho que cuando esto se acabe yo sí que quiero ir a comer fuera, que todos los días cocino y ya me aburre bastante.
Después de comer me acoplé un rato a los niños en el salón, que estaban viendo una peli. Creo que me dormí un poco y después ayudé a mi hijo con dos cuestionarios que le quedaban pendientes de las tareas de hoy. Ahora sólo le queda preparar una exposición oral y un pequeño relato que tiene sin acabar. La verdad es que las dos son para el 17 de abril, pero me fastidia que le hayan dejado algo para Semana Santa. Creo que dadas las circunstancias, tenía que haberse quedado libre del todo.
A la hora de la merienda hice palomitas y subí varios puntos en el ranking de madres, ja, ja, ja. Palomitas caseras, hechas en una cazuela y niños contentos, eso puntúa alto.
Y aun quedaba tiempo hasta la hora de aplaudir así que por fin me puse a acabar un informe del trabajo que llevaba tiempo haciendo. Sólo me quedaban unos párrafos en las conclusiones, pero necesitaba un poco de calma y lucidez. Lo conseguí, lo acabé. Lo necesitaba, sacármelo de encima de una vez y avanzar. Podría haberlo enviado el lunes, que sería lo más normal, pero no, lo envié ya, como para echarlo fuera del todo.
Después corriendo a aplaudir, todos contentos. Hoy leí si después cuando oigamos aplaudir a alguien instintivamente pensaremos que son las ocho, ja, ja, ja.
La brisa esta vez ya no era fría y parecía que había más gente en los balcones y ventanas. También aplaudimos más tiempo o me lo pareció a mí y tardamos más en volver dentro. 
A mí siempre me ha gustado tener las persianas abiertas para que entre mucha luz pero las cortinas y estores siempre los cerraba, porque me parecía que los vecinos estaban lo suficientemente cerca como para vernos y no me gustaba. Ahora tengo muchas veces las cortinas abiertas y creo que a los vecinos también les pasa porque ahora se ven habitaciones, niños haciendo deberes, una chica haciendo deporte, el salón de los del primero que tiene la cocinita de las niñas... es como si de alguna manera buscásemos compañía o al menos no aislarnos tanto. Además ya nos conocemos las caras, somos un poco menos extraños que antes.
Hoy se nota el día, sí, se nota que empiezan las vacaciones aunque estemos en casa. Hay otra luz. Estamos bien. El aire ya no es frío. Voy a poder centrarme en el trabajo.
Esta vida sigue.

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