domingo, 5 de abril de 2020

Diario de una cuarentena. Día 23

Los días transcurren lentos pero pasan rápidos.
Estoy sorprendida de lo que disfruto de los días festivos. Bueno, dias sin cole y sin trabajo, en realidad.
Me he levantado tarde y mis hijos y mi marido ya habían desayunado. Esto creo que ya lo he repetido varias veces, pero es algo que antes no ocurría. Y sí, mi hija ha vuelto a despertarse con pesadillas esta noche y eso hace que por la mañana me quede dormida, pero antes no pasaba.
He llegado a la cocina bastante zumbada y allí me ha recibido un sol resplandeciente que no ayudaba a abrir los ojos pero que aun así me encanta. Los árboles de la avenida cada vez tienen más hojas y pronto se verán verdes y con esas flores tan raras parecidas a tulipanes. Estos primeros brotes tienen un verde fresco e intenso que contrasta con la corteza oscura. Quizá otras personas no los disfruten tanto, pero a mí me encantan los árboles de esta avenida, tanto en primavera como sobre todo en otoño.
Desayuno tranquilamente con esa calma extraña que aportan estos días. Mi marido recoge ropa en la cocina y los niños se están vistiendo. Yo me lo tomo con calma y escojo algún programa chorra en la televisión porque las noticias del canal 24 h ya se están repitiendo.
Al acabar hago bicicleta y me parece extraño no tener mucho que hacer antes de tener que preparar la comida. Pongo una lavadora...miro el móvil...con las ventanas abiertas una brisa templada recorre las habitaciones y soy consciente de lo bien que me siento. Como metida en una burbuja pero bien.
Para hacer la comida veo que ya estamos escasos de verduras y aprovecho un resto de guisantes con un resto de judías. Lo cuezo todo y hago un sofrito con lo poco que me quedaba de cebolla y tomate triturado. Al final, cuando voy poniendo todo en la mesa para comer, me doy cuenta de que me ha quedado una comida muy apañada y bastante sabrosa. Pero sigue sin gustarme cocinar, así que si no me ha gustado ya, creo que no lo hará.
Curiosamente por la tarde, una de mis primas me envía varios libros de cocina en PDF. Hace unos días me mandó libros y le dije que no tenía tiempo de leer y ahora me hace gracia que me mande los de cocina. Le contesto que esto sí, que se lo agradezco porque lo de cocinar me está aburriendo. Nos reímos. Estas conexiones cortas con gente a la que quiero y esta lejos, me aportan mucho. Así como a veces me sobran llamadas y vídeo llamadas a traición, me gusta el pequeño contacto más o menos continuo. Saber que estamos ahí las unas para las otras. Y a veces una amiga te cuenta algo y sabes que necesita hablar un poco, o incluso menos, necesita que le mandes un beso y un abrazo. Y otras veces eres tú la que envía un SOS y hay alguien al otro lado que lo recibe. Sí aprecio y necesito ese cariño, pero no el de cualquiera, el de las personas que me aportan.
Después de comer mi hijo propuso ver "La oveja Shaun. La película" y como yo soy muy fan, pues encantados. Eso sí, tardé sólo unos minutos en quedarme dormida. Y desperté cuando escuché a mi hija decir "se me cayó el diente". Es el segundo diente que le cae en la cuarentena y a mi hijo le cayó otro. Tenemos al ratoncito Pérez sobreexplotado. Y mi marido y yo mirándonos porque con el último diente ya se había ido la última moneda que nos quedaba. Más tarde estuvimos pensando si quitarle a mi hijo una moneda, dejársela a su hermana, después devolvérsela... pero ninguno de los dos sabemos la contraseña de su caja fuerte. Al final encontramos una moneda y ya no tenemos que robarles a nuestros propios hijos, pero espero que a ninguno de los dos se le esté moviendo otro diente.
Mientras se tomaban la merienda me puse a tender la ropa de la lavadora y tuve que pelearme con nuestra funda del nórdico porque se había comido todo el resto de la ropa, incluído toallas, camisetas y un estor del salón. Con lo que me cuesta a mí meter el edredón en la funda y en la lavadora entra todo solo, no me lo explico. El estor del salón llevaba un tiempo con una de las cuerdecitas que lo sujetaban suelta. Por mí se habría quedado así hasta el fin de los tiempos, pero coincide que está en la ventana por la que aplaudimos, así que al segundo día ya nos cansamos de él y lo saqué para arreglarlo. Una cosa llevó a la otra y ya que lo sacas, lo lavas. Y detrás irán los demás, claro, que ahora se nota la diferencia. Así que como decía un tuit que leí, a mí no me hables del efecto mariposa que tiene que comerse un chino un murciélago para que yo lave y repare los estores del salón.
Al tender la ropa pienso que los estores y la funda del edredón tienen tonos parecidos y que sin querer, tiendo a comprar todo lo de casa en los mismos colores, en azules y verde, colores de la naturaleza, del mar, que al final son las cosas que me inspiran. Ha tenido que llegar mi hija para meter el rosa en casa.
A última hora de la tarde, antes del aplauso, tengo un nuevo momento de tranquilidad y decido darle una vuelta a mi relato, el del concurso de GEPAC. Hoy estoy más lúcida y como la historia ya la tengo, me centro en cambiar alguna expresión o algún detalle que me parecía que no aportaba mucho. Como no tiene que ser real, me doy cuenta de que puedo cambiar lo que quiera, que no teniendo que ser fiel a la verdad, puedo escribir lo que me parece que queda mejor. Aun así me sigue costando escribir ficción y ajustarme a un tema marcado. Al acabar no me quedo contenta con el final pero sí he mejorado el resto, así que estoy bastante satisfecha. Aun tengo tiempo de retocarlo más otro día. Lo dejo por hoy y me voy a aplaudir. 
Mi marido se pone a arreglar el home cinema, que lleva tiempo sin funcionar porque la última vez que cambiamos algo del descodificador lo dejamos mal conectado. Increíble también, otra cosa que pensé que se iba a quedar así. Yo mientras, preparo la cena y los niños se acaban bañando algo tarde, pero no importa, no hay prisa. En esta nueva vida todo parece más fácil. 
Cuando mi hija acaba de cenar y se acuesta, aprovechamos y ya cenamos nosotros tres juntos, algo que de nuevo me recuerda al verano. Ahora mismo hasta el verano es una incertidumbre, pero espero que se parezca a lo que yo quiero que sea. 
Por la tarde Pedro Sánchez anunció que se prolonga el estado de alerta al 26 de abril, pero ni siquiera lo he visto. Tampoco me he sorprendido ni me ha causado impresión alguna, ya me lo esperaba. Y me sorprendería que no se prolongase hasta mayo. Lo que más me inquieta es pensar en el colegio después de Semana Santa y cómo estará la actividad de nuestras empresas. Colegio con actividad normal es estresante pero estar parados no es algo que las empresas vayan a asumir bien.
Y mi hijo me sorprendió viniendo a contarme algo que le preocupaba: que si uno de nosotros cogiese el coronavirus y ya se pudiese salir, nosotros aun tendríamos que quedarnos encerrados más tiempo hasta completar la cuarentena. Eso yo ni me lo había planteado y me quedé tan sorprendida de que se le ocurran estas cosas, que ni supe qué decir. Sólo le dije que mi marido y yo nos estábamos turnando para ir al súper, así que cada uno se estaba exponiendo una vez cada dos semanas. Fue un poco respuesta de político, pero no quise inquietarle.
Si no fuese por esta situación, mi hijo este fin de semana estaría en un torneo de fútbol en Llanes. Yo no estaba muy contenta con que fuese, porque él nunca ha dormido fuera de casa sin nosotros o sin ser en casa de algún familiar. Y ahora ya no tengo que preocuparme...otra vez el genio del coronavirus concediendo deseos con doble filo.
Se acaba el día y sólo queda esperar a ver si el ratoncito Pérez nos visita de nuevo o si ya le parece un abuso y nos hace llegar su relación de servicios mínimos para estas fechas.

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