sábado, 18 de abril de 2020

Diario de una cuarentena. Día 36

Esta mañana me he levantado enfadada, por todo y con todo. Y cuando estás enfadada las cosas no te salen bien, porque crees que todo se cruza y todo está en tu contra.
No me apetecía levantarme, ni trabajar, ni las clases, ni nada. Pero como no tenía escapatoria, pues estaba enfadada.
Y encima mi hijo apareció en la cocina cuando empezaba a desayunar. Y a medio desayuno me pongo a hacerle el suyo. Y llega mi marido, se echa café en una taza sin darse cuenta de que yo le había echado ya parte del café que quedaba en otra taza. Y al darse cuenta del despiste suelta el consabido "como no me avisas...". Y me enfadé, más. Y le contesté que no pasaba nada porque vaya despistado o dormido y que no vea una taza, pero que desde luego no es culpa mía, porque yo no tengo que estar pendiente de todo lo que hacen y avisar de todo. Es que eso es lo malo de ocuparse de todo, que se acostumbran y te echan en cara si un día no te ocupas de algo. Y no quise montar el pollo porque estaba mi hijo, pero por la cara que puso, algo de más grité.
Y yo que sólo tenía en mente, acabar de desayunar e irme a trabajar rápido antes de que mi hija se despertase, oigo "mamaaaaaa" y sí, mi hija se despertó una hora antes de lo normal. Nada, no pasa nada, "no lo hacen a propósito" me digo yo para no enfadarme. Y le doy un beso, le hago el desayuno y todo el lote completo. Pero mi hija va leeenta y yo quiero enviar un correo de un tema que preparé ayer y que tenía prisa. Y me siento a enviarlo pero mi hija quiere que la peine. Me levanto. Quiere un chicho atrás. Pero se toca el pelo, pone las manos en la cabeza. Y se estira, se frota los ojos, se vuelve a estirar, "cariño, estate quieta que así no te puedo peinar" y ella venga a repetir todos los movimientos, estiramientos.... y ya... "¡pues te pones una diadema y me voy a trabajar!".
Mi marido sale al rescate y los niños van a esperar a que yo mande el correo. Bueno, en realidad le dije a mi hijo que fuese haciendo cosas, que él puede trabajar solo y a mi hija que me esperase jugando en la habitación. Pero no. Porque mi hijo decide que va a hacer educación física con su hermana y por algún motivo que desconozco, acaba siendo una competición y se enfadan. Mi hijo protesta, mi hija llora a grito pelado y yo intento calmarlos porque mi marido está en la habitación de al lado hablando por teléfono (de trabajo). Pero la advertencia no sólo no los apacigua sino que mi hija grita como si la estuviesen matando y mi hijo directamente entra en la habitación donde está su padre.
Claro, yo que ya estaba estupenda, llevo a mi hija a su habitación, le grito y me voy y ella cada vez grita más y más. Cuando mi marido acaba la llamada y sale yo ya no puedo más y le digo a mi hija que no pienso darle clase. Y decido que mejor paso de todo, que no puedo más y que me niego a seguir así. Que se acabaron las clases y que yo ya no voy a pasar más por esto.
Y directamente me pongo a hacer la comida, por lo menos el tiempo que me tomo lo aprovecho.
Por suerte me calmo rápido, incluso de un calentón así y paso a acompañar a mi hija con las fichas que estaba haciendo. Le pongo una canción en gallego y como después tenía que copiarla y hacer un dibujo y le lleva un ratito, ella se tranquiliza totalmente y yo también.
Cuando llega el descanso me tomo un café con mi marido, le comento unas cosas de trabajo y cuando vuelve a trabajar me doy cuenta de lo bien que sienta hablar con un adulto de cosas de adultos. Tenemos suerte de pasar juntos esto.
Y el resto de la mañana ya va rápido y acabamos las clases bastante antes de comer. Eso sí, a mi hijo todavía le queda empezar por la tarde la exposición oral que tiene que presentar hoy.
Durante la comida mi hija vuelve a comer bastante bien. Creo que de las cosas más positivas que está aportando esta cuarentena es esa, que está mejorando algo en la manera de comer. De postre disfrutamos todos de las pipas ¡qué vicio y qué ricas están!
Y acabamos a una buena hora así que yo imagino que mi marido y mi hijo van a aprovechar para preparar la expresión oral pero mi marido dice que tiene que descansar unos minutos. Como descansar se traduce en coger un sofá para tumbarse, yo ya no tengo sitio para tumbarme y me voy a mi habitación a ver cosas en el portátil. Encuentro un hilo en twitter de vídeos de Ana Milán que me alegran la tarde ¡lo que me reí! Y me alegro un montón y agradezco estas cosas que me aporta la pandemia esta.
Mi marido sigue "descansando" y mis hijos se van del salón para no despertarlo.
Y al final lo de la expresión oral comienza como a las seis. Sorprendentemente, a eso de las siete estoy yo grabando a mi hijo haciendo su exposición con el iPad. El tío tiene tanta capacidad que le sale bien pero claro, ahora está feliz al habérselo sacado de encima tan rápido y no era eso lo que yo quería que aprendiese.
Da igual, es viernes y ya estamos de fin de semana. Mientras mi marido y mi hijo estuvieron con la tarea pendiente, mi hija y yo jugamos a un juego de mímica y describir objetos que le encanta y la verdad es que está genial poder dedicarle un rato y a ella sola, porque me lo había pedido varios días y no pude acompañarla. Y es que esta mañana estuvo insoportable, pero es que a veces no llega ni con que pasemos las 24 h pegados y hay que hacerle caso de verdad.
Después de aplaudir, un poquito de jugar a la consola, que bastante requisada la tuvieron esta semana. 
Y a mí me dio por ver un vídeo de Iker Jiménez que me dejó helada y me dio mucho que pensar. El 20 de febrero un experto en su programa avisaba de lo que podía traer el Coronavirus y le llovieron las críticas por alarmistas. Visto hoy, el hombre tocaba todos los puntos claves: los respiradores, las UCIs, enseñar a toser, a lavarse las manos... Y yo que durante mucho tiempo sólo quise estar tranquila y saber lo justo para sobrevivir... de momento me cambió la perspectiva. Ahora no siento que me alarme ni que me altere, pero sí quiero información. Quiero ser plenamente consciente del momento que estamos viviendo, del problema real al que nos enfrentamos, no quiero escapar de nada ni cerrar los ojos...y de repente recuerdo un cómic que leí de pequeña y que me había inquietado mucho. Cuando yo era pequeña, el miedo más real que había era a una guerra nuclear. Parecía que en cualquier momento rusos y americanos se podían enfadar y empezar a mandarse misiles. Pues ese cómic planteaba una guerra nuclear y había un matrimonio que se metía en un refugio para sobrevivir. El encierro en aquel búnker era penoso pero un buen día salían y parecía que todo había pasado, que el mundo ya estaba bien. En unos días se les empezaba a caer el pelo, les aparecían manchas en la piel...porque la radiación no se percibe, pero está ahí.
Pues el recuerdo de ese encierro nuclear me viene a veces y yo no quiero salir del búnker feliz pensando que todo ha pasado, quiero salir sabiendo qué está pasando y sintiéndome segura cuando lo haga.

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