domingo, 26 de abril de 2020

Diario de una cuarentena. Día 45

¡Y por fin llegó el día de sacar a los niños a la calle!
He de decir que la noche y el despertar no fueron buenos. Ayer los niños se durmieron tardísimo con lo de "la fiesta de pijamas" y nos pusimos a ver una peli mi marido y yo. Esto no lo hacía ni los fines de semana antes de la cuarentena. Total, que la película acabó como a las dos y al meternos en la cama yo estaba despiertísima. Tardé en dormirme y cuando lo hice, estaba inquieta, tenía frío, tenía tos, me levanté varias veces... me pasó de todo. Y por la mañana los niños la liaron, como era de esperar durmiendo juntos. Hicieron ruido temprano, y más tarde también... para mí todo era confuso, tenía sueño y no sé bien qué hora era. El caso es que había puesto el despertador a las diez, para que no saliésemos a pasear tarde y como suele pasar, a esa hora sí que estaba muy dormida. La única parte buena fue despertar de un sueño en el que teníamos que hacer una mudanza en un solo día.
Total, que me levanto, voy a la cocina y mis hijos ya han desayunado y están viendo la tele en el salón. Así que desayuno, nos duchamos y hoy los niños obedecen a la primera. Cuando les decimos que se vistan, de inmediato; se ponen hasta los tenis y mi hija se peina sin que se lo diga. Por cierto, lo de los tenis fue un alivio que les sirvan, después de 44 días en zapatillas y calcetines los pies podrían no querer volver a estar confinados. 
Con todo listo, mi marido bajó a coger la bici y el patinete y los subió a casa. La bici de mi hijo es nueva, se la regalamos por su cumple y aun no la había estrenado, así que teníamos que comprobar que el sillín estuviese a su altura. Comprobamos, ponemos las cazadoras, el casco y allá vamos. En el vídeo que grabé para la posteridad y para la familia se veían nerviosos. Y al bajar a la calle, nada más abrir el portal, se ríen y se asombran, dicen cosas... y es que llevan 44 días sin sentir el aire, el sol (hoy más bien la luz). Como en casa ya habíamos revisado el km a la redonda que nos correspondía fuimos a tiro fijo hacia el parque. En esto somos unos privilegiados, por tener un espacio verde grande tan cerca. Es algo de lo que siempre se habla en conferencias de jardinería e infraestructura verde y que con esto queda patente, que cada ciudadano tiene derecho a tener cerca de su casa un espacio verde de calidad. Yo camino junto a mi hija y voy más pendiente de si hay gente, de lo de la distancia... y cuando se cae la segunda vez decido centrarme sólo en el patinete. Por un momento tengo una cierta sensación de normalidad, como si nada hubiese pasado, pero cuando nos metemos dentro del parque la normalidad es relativa. Hay casi tantos padres como niños y los niños no se relacionan entre sí, salvo los que ya salían juntos. Mi hija saluda tímidamente primero a una niña de su colegio con la que se cruza y luego a un niño de su curso, pero no hace ni gesto de pararse, tiene la lección bien aprendida. En algún momento vemos a mi hijo pasar con su bici, no para. Cuando ya llevamos como media hora, mis hijos preguntan si pueden jugar juntos y entonces dejan la bici y el patinete y se ponen a correr por la hierba, a coger margaritas y a tirar pétalos de camelias por el aire. Son la viva imagen de la felicidad. Les hago unas cuantas fotos y vídeos porque el momento es precioso y el parque falto de cuidados está lleno de margaritas. Les aviso de que quedan 10 min y se lo toman bien. Observo al resto de la gente y creo que todo el mundo se está "comportando". No hay más que niños y padres o madres, alguna persona con perro, pero todos guardando las distancias, sin hacer grupos y muchos con mascarilla. Cuando casi se ha cumplido la hora, aviso a los niños y nos vamos sin que se quejen. Saben que ahora podremos repetir más días. Al llegar a casa cumplen las indicaciones de dejar el calzado, la ropa, lavarse las manos... qué bien llevan las rutinas en las cosas importantes.
Me siento cansada. Hoy he dormido mal pero creo que el paseo también tiene la culpa, no estoy acostumbrada a caminar y moverme durante una hora. Pero ha sido estupenda la sensación.
Los niños se relajan un rato viendo la tele y en breve preparo la comida. Hoy con lo de la salida ya programé algo facilito, arroz con huevos. Mi hija, aunque tarda más que el resto de la familia, se acaba su plato. Parece que el ejercicio le ha abierto el apetito, si es que todo son ventajas... yo hasta me veo mejor cara.
Cuando los niños se van vemos en el telediario niños saliendo a la calle por primera vez y me emociono.
Por la tarde busco en el ordenador un proyecto que necesito para mi trabajo pero ya no puedo más, me voy al salón a dormir.
Mi marido está una vez más probando la conexión del home cinema. A mí todo me va bien, me tumbo allí.
Cuando despierto (zumbada perdida) recuerdo que mis sobrinos propusieron para hoy una scape room por web. Mis hijos acaban de liar alguna, porque estaban medio llorando, pero se lo digo a mi hijo y nos vamos al ordenador. En breve nos conectamos y empezamos a jugar. Es entretenido pero a mí me cansa pensar una hora seguida. Casi al límite lo resolvimos y luego aprovechamos y ya nos quedamos charlando un rato en vídeo llamada. Esta vez las tres hermanas tenemos el pelo bien, ja, ja, ja pero ojalá que las peluquerías vuelvan pronto. Sólo mis hijos y una de sus primas han salido, pero estamos todos contentos. Madrid se diferencia mucho de Pontevedra y Coruña, siempre nos cuentan que muchos abuelos de conocidos han muerto, pero es que también padres de compañeros de mis sobrinos. Es muy impactante. Mis hermanas, claro, hablan de lo afectado que ha estado el sector sanitario en España, pero es que las condiciones en las que han tenido que trabajar... mi hermana al principio compartía mascarilla y los trajes de protección se los hacían con bolsas de basura. A ver cómo acaba esto...
Nos despedimos para ir a merendar y al rato hay vídeo llamada con mis suegros. Están tristes porque se aburren mucho y mi suegra siempre llora en algún momento. Mi marido les anima a que vean películas, que entren en internet a ver exposiciones... yo creo que no les vale nada. Cuando los niños dejan de hablar con ellos me hacen la típica jugada aprovechando que mi marido sigue hablando: pedirme la consola a mí que no sé que mientras dormía él ya les había dicho que hablarían de si jugaban o no. Yo cuando me entero de lo que han hecho, no le doy demasiada importancia, creo que estoy de muy buen humor para enfadarme hoy. Mi marido, sin embargo, se lo toma a la tremenda.
Lo que sí hago hoy es apurarles con los baños para que se duerman más o menos como los domingos antes de la cuarentena. Voy a aprovechar que se les ha juntado el paseo de la mañana con "la noche de pijamas" y a ver si se duermen rápido. Funciona, sobre todo con mi hija. Así descansan y en el mejor de los casos mañana podemos empezar rapidito el cole, que yo tengo que salir a comprar. 
De nuevo me da una pereza infinita las dos cosas, empezar una nueva semana y salir al súper, pero al menos es una semana más corta. El viernes es festivo y el lunes siguiente no tienen clase los niños. Y tenemos celebración porque el domingo es el día de la madre y además íbamos a celebrar nuestro aniversario, que es el lunes. 
Así que ánimo, para mí y para todos, que hay luz al final del túnel.

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