jueves, 9 de abril de 2020

Diario de una cuarentena. Día 27

¿Queda muchoooo?¿Cuándo llegaaamos? Esas son las típicas preguntas que habrían hecho mis hijos hoy en el viaje a Pontevedra. A lo mejor a partir de ahora, pasarse hora y media metidos en un coche no les parece mucho.
Hoy ha sido un día peculiar, un miércoles que parecía viernes. El día en que empezaban nuestras vacaciones de Semana Santa; las de los adultos, me refiero. Y aunque ya lo sabía desde hace tiempo, creo que incluso desde que empezó esto, no he podido evitar levantarme pensando en que hoy no íbamos a ir a Pontevedra. Ni viaje ni besos y abrazos a la familia, todo pospuesto. Aunque realmente no se aplaza, se pierde. Y no es dramático, pero es real, este tiempo que no vamos a pasar juntos simplemente lo perderemos. Habrá otro, otros días, en verano (espero) pero no estos. Ni quedaré con amigas, ni tendré esa sensación de entrar en Pontevedra y pensar "ya estoy en casa". Pero bueno, tampoco ha habido que hacer bolsas, no he pasado el agobio que me da marcharme, no he tenido que pensar en la comida que necesitábamos llevar... qué chorrada me parece ahora tener que pensar en la comida que hace falta para un par de días...
El caso es que era un día de trabajo, el tercero de esta semana y sin embargo ya me sentía cansada. He informado a mis compañeras del trabajo que les toca el lunes que viene y he conseguido acabar el informe que estaba haciendo. Esta semana sí que me siento eficiente. Pero a poco que me pongo a pensar en mi futuro en este trabajo, ya me agobio. Demasiadas incertidumbres como para saber cómo va a ir. No sé qué posibilidades voy a tener para dejar a los niños en verano con alguien o en campamentos; no sé si tendré vacaciones; no sé si tendré más trabajo... y de fondo siempre rondando las ganas de dejarlo todo. Para completar el cuadro, al final de la mañana me llama mi jefa y ya termina de hundirme; su alegría por volver a la actividad, sus expectativas de un nuevo servicio para nosotras en verano... me distancian cada vez más de ella y definitivamente sé que vivimos en planetas diferentes. En su mundo el coronavirus debe haber desaparecido o quizá en un par de semanas se habrá convencido de que todo ha sido un mal sueño o una histeria colectiva. En el mío esta situación lo ha cambiado todo y vivo cada día sin saber qué va a pasar al día siguiente.
Como hoy es el cumpleaños de mi marido vamos a comer "fuera" pero no me siento tan animada como la primera vez que lo hicimos. Mi trabajo me trae unas nubes que me cuesta disipar. Por suerte los niños han pasado la mañana haciendo regalos para su padre así que además de haberse entretenido, están muy contentos.
Finalmente, aunque no estaba con muchas ganas, aparté el trabajo y empecé a prepararlo todo y a hacer la comida.
Esta vez no fuimos al restaurante "mi salón" en coche. Como hacía buen día preferimos dar un paseo. Así también aprovechamos para comer con vino. La comida estaba de nuevo estupenda y el ambiente muy agradable y familiar, como la otra vez. Me encanta hasta qué punto se mete mi hijo en el papel porque preguntó si los restaurantes estaban cerrados ahora. Cuando le contestamos que sí dijo asombrado "¿sólo está abierto este y nosotros hemos conseguido mesa?". Habíamos reservado con tiempo, pero sí, ha sido una suerte conseguir volver a comer aquí.
Por la tarde lo primero que hice fue completar la tarta con su cobertura de chocolate. Aquí no se perdona que el bizcocho de chocolate no tenga su cobertura, también de chocolate y con pepitas de chocolate.
Con la tarta en la nevera me senté en nuestra habitación a disfrutar del primer evento que mis hijos habían programado para esta tarde, una exhibición de trompos con coche teledirigido. Impresionante.
A continuación nos fuimos al salón y nos dieron un concierto. Esta semana y la pasada, mis hijos habían estado ensayando con el resto de componentes de su grupo, "Los especiales": una osa amorosa y varias muñecas de trapo. Para mí, lo mejor, que mi hijo dio a cada muñeca un instrumento y con un plato de sonidos que tiene hacía que cada una iba entrando en la melodía con su instrumento. Genial. Después, la interpretación de mi hija con el micrófono en ese idioma inventado (francesano), buenísima. Y el baile, claro.
Finalmente improvisaron unos trucos de magia que, como era de esperar, nos dejaron con la boca abierta preguntándonos cómo podían pasar semejantes cosas delante de mis ojos.
Y como fin de fiesta, la tarta, las velas y el cumpleaños feliz.
Al acabar mis hermanas me avisaron de que se querían conectar para felicitar a mi marido, pero lo dejamos unos minutos porque queríamos salir a aplaudir.
La conexión, como siempre, me cambia el día. No hay nada como vernos, por mucho que estemos en contacto todo el tiempo. Mi hermana, que ha trabajado hoy, tiene más cara de cansancio de lo habitual, pero me encanta verla de todos modos y creo que está bien. Las tres estamos en ese momento de pensar en las peluquerías como una actividad muy muy esencial. A ver si este fin de semana me tiño porque con estos pelos y encerrada, al final voy a parecer una reclusa. Entre otras cosas, hablamos por primera vez del final, de la posibilidad de que mis sobrinos mayores tengan exámenes presenciales y de que, aunque sea muy al final, puedan volver a las clases. Yo de mis hijos lo dudo, porque son pequeños y creo que nadie se va a arriesgar a que suban los contagios por unos estudios que ahora mismo no les suponen nada. Ya veremos...Se me hace raro pensar en que vuelvan al cole y yo vuelva a trabajar sola. Nos hemos acostumbrado tanto a esta vida que ya no recordamos otra.
Pero frente a esas voces que hablan de un cambio de mentalidad y casi del mundo entero, yo veo que una vez más lo económico tirará de todo y todo volverá a lo mismo. Sin ir más lejos a mi jefa le faltó tiempo hoy para sacar el discurso malvado del miedo: viene una crisis tremenda y los que tenemos la suerte de tener trabajo tenemos que tirar de las empresas. Lo de siempre, el viejo truco de hacer pagar al trabajador, que debe aceptar todo lo que le venga y encima callar, que eres un privilegiado, que tienes trabajo. Serán muchas, por no decir la mayoría de las empresas, las que actúen así. Y nosotros volveremos a decir que es lo que hay y que no podemos hacer nada.
Pero bueno, no quiero volver a eso, porque realmente ha sido un día estupendo. Nos lo hemos pasado bien y mi marido ha tenido un día muy especial. 
Mañana unos amigos muy amigos nos han propuesto llamarnos a la hora del aperitivo y me apetece un montón que nos veamos. Y nos quedan cuatro días de vacaciones juntos.
Me sigue pareciendo increíble que ya llevemos casi un mes así y que estemos tan a gusto.

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