sábado, 25 de abril de 2020

Diario de una cuarentena. Día 43

Por fin es viernes.
Los viernes son maravillosos, son la vida misma. Por muy malos que sean, la semana acaba, nada puede con eso.
Antes de levantarme de la cama, oigo a mi hijo hacer ruido en su habitación. No me lo puedo creer pero se está despertando antes que nosotros. Cuando me levanto ni le digo nada, prefiero irme a la ducha a asimilar que ya no voy a desayunar sola. Cuando llego a la cocina aun se está calentando su leche y no me explico qué ha estado haciendo. Me dijo que estuvo pensando que el ruido del microondas iba a despertar a su hermana y a su padre, que esperó y que finalmente decidió que iba a hacerlo de todas formas. Así que desayunamos a la vez... viendo a Doraemon. Además de que habla bastante para acabar de despertarse, mi hijo hace preguntas complicadísimas. Pero está muy contento y muy riquiño así que simplemente le digo con cara de "no me hagas esto" que en ese momento no se me ocurre la respuesta.
Cuando llega mi marido y él acaba, se ponen a hablar y finalmente también se despierta mi hija. Ya no hay tregua. Aunque mi marido va a su cama a darle los buenos días y mi hijo también, ella quiere que vaya yo. Así que ahí voy. Y nada, sólo quiere que la abrace y está tan dormida aún y tan calentita que da gusto. Pero esta sobredosis de amor cae en picado cuando sale de la cama porque empieza a divagar, a hablar como un bebé, a chulear a su hermano que se está portando fenomenal con ella y se ha ofrecido a hacerle el desayuno... así que corto el tema y le digo a mi hijo que muchas gracias pero que lo deje, que vaya a seguir con sus clases que ya había empezado.
Mi hija se centra lo justo para desayunar pero las tonterías siguen para vestirse, lavarse los dientes y todo en general. Iba a decir que menudo día tenía pero es que ha sido toda la semana. Cargada de toda la paciencia que puedo, le voy  aguantando el rollo, tomando algo de distancia, le digo que haga algo, me voy y vuelvo cuando creo que ha acabado. El proceso es lento pero funciona y además así no me altero.
Comenzamos con lengua, tiene una ficha y eso me permite trabajar yo a la vez. Acaba bastante pronto y hace un descanso. La verdad es que hoy mis hijos van bien de tiempo, ventajas de que se despierten antes. Hacen el "buenos días" juntos, que se les había pasado y es la canción de "Volveremos a brindar". Yo ya la he escuchado en varias ocasiones pero esta vez tengo que esforzarme para que no me pueda la emoción y me eche a llorar. Se ve que tengo el día sensible, por las mañanas me pasa más. 
Después seguimos con inglés y cuando hace el siguiente descanso, mi hijo ya ha acabado todo. Está encantado, claro y además me cuenta maravillado que él sabía que la rueda se había inventado en la prehistoria, pero que resulta que en concreto fue en el Neolítico. Se ponen a jugar y yo a trabajar. Todo está tranquilo, pero mi hija no ha acabado y ya veo que no está por la labor de seguir. Me tomo un café con mi marido, que en un rato tendrá llamada en grupo con los de su trabajo. Cuando él vuelve a trabajar, mis hijos ya no están tranquilos, así que con la disculpa de que ella tiene que acabar una asignatura, le digo que nos vamos. Pero como suele pasar cuando está revuelta no obedece. Se lo digo varias veces, me voy, vuelvo, les digo que recojan... y siguen cada vez más hacia el lío, empezando a chincharse a golpearse... y yo "que recojáis que si no lo recojo yo"... final: toooodo el mundo de PinyPon a una bolsa azul de Ikea. Se acabó. Mi hijo captó la idea y salió por pies a su habitación. Mi hija subió los decibelios del berrinche. Y mi marido en vídeo llamada, es que no falla. Con todas las puertas cerradas seguía oyendo a mi hija, así que con la tontería yo no podía trabajar. En unos minutos llega mi hijo y me pide permiso para ir a calmar a su hermana ¡permiso concedido, vete por favor! De manera casi inmediata, se calla. Se pasan unos minutos hablando en bajito hasta que entran en el salón. Ella con la cara de haber llorado a lo bestia, me pide perdón y me abraza. Muy guay todo, pero nos conocemos, mejor cada uno que juegue en su habitación. Así la calma dura hasta la comida.
En el primer plato mi hija acaba la segunda, antes que yo. El pollo no se lo acaba todo, pero me da igual, además algunos muslos no estaban muy ricos. Toma plátano y yogur, comida completa, desde luego. Al acabar comemos pipas y ellos salen pitando a ver la tele juntitos en el sofá. Yo aunque estoy cansada, no me voy inmediatamente al salón. El motivo es que ayer me llegó un correo con un concurso de microrrelatos y tengo uno en la cabeza. Si sigo dándole vueltas me volveré loca, así que tengo que escribirlo ya. Me sale del tirón, con una musicalidad que me sorprende, como si quisiese ser poema y no prosa. No parece hecho por mí, pero me ha salido así. Creo que ni lo voy a retocar. Porque me ha hecho gracia "el ejercicio", nunca me había propuesto hacer un microcuento y me ha salido. Genial.
Ahora sí que me marcho al salón y me quedo dormida en segundos. Mis hijos por fin están tranquilos y por las ventanas entra una luz de esas que te obliga a cerrar los ojos. Cuando despierto es ya la hora de la merienda y me piden que se la traiga. Nada que objetar siempre que se laven las manos. Merendamos todos y después me acuerdo de que tengo que subir al Drive los trabajos de hoy. Voy al ordenador y trasteo un poco por internet. No tenía ni idea pero resulta que hay unos padres y madres poniendo a parir a los que pensamos sacar a nuestros hijos de paseo el domingo. A pesar de todo lo visto (en esta época y en la vida en general) me sorprenden estas cosas. Nos están criticando un comportamiento inadecuado que no he tenido. Me da igual, yo lo tengo claro: hemos cumplido durante seis semanas todo lo que se nos ha indicado por parte del gobierno y simplemente saldremos porque se nos permite. Evidentemente no queremos exponer a nadie y menos a nuestros hijos, así que haremos lo correcto y pasearemos lo que ellos necesiten (dentro de la hora permitida). Mis hijos precisamente llevaban bien el confinamiento hasta esta semana, así que nos llega este permiso como llovido del cielo. Que esa es otra, que con el mal tiempo que dan, tampoco nos va a apetecer tanto pasear.
Como hoy ha sido el mejor día de la semana, mis hijos se han ganado jugar a la consola, pero al final mi hija la ha vuelto a liar porque no quería ir al baño.
En la cena he empezado a contarle a mi hijo que la semana que viene hay un festivo y he acabado animándome a mí misma. Serán cuatro días de cole y cuatro de descanso, no está mal.
Así que la semana ha acabado mejor de lo que fue y para mí ya se ha acabado. El fin de semana es otra cosa.

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