domingo, 19 de abril de 2020

Diario de una cuarentena. Día 37

Hoy me desperté casi a las once. Benditos fines de semana y benditos niños que se levantan sin hacer ruido y cierran las puertas.
Casi lo primero que recordé es que ayer había hablado con unas amigas del piso de Lugo de quedar hoy a las doce para tomar un vermut. Así que les avisé de que me acababa de levantar y no estaba yo para tomarme nada a las doce. 
Voy al salón a darle los buenos días a mis hijos y en unos minutos me pongo a desayunar.
Pienso que debería teñirme el pelo, ayer vi a mi hermana mayor que se lo había hecho y me animó...pero me da una pereza terrible.
A pesar del aviso me suena el móvil y era la llamada en grupo de mis amigas. Les cuelgo la llamada y les digo que si mejor lo cambiamos para el domingo, que me voy a teñir el pelo. Decir que vas a hacer algo también es una estrategia para obligarte a hacerlo.
Así que acabo tranquilamente de desayunar y cuando llega mi marido le enseño en el móvil un vídeo que me ha encantado: Rita Maestre ofreciendo todo su apoyo al alcalde de Madrid y dando una lección magistral de lo que debe ser la política. Con el espectáculo de ataques y odio en el que se ha convertido el Congreso de los Diputados, ver algo así me reconforta de verdad.
Me voy al baño a lavarme los dientes y todavía sin ganas, cojo el tinte y me pongo en el móvil un par de tutoriales para animarme. Funciona y en unos minutos me estoy poniendo una bolsa de basura como parte de arriba para no mancharme. Yo esto ya lo hice un par de veces así que esta vez me voy a esforzar por no cometer algún error que sí tuve en las otras ocasiones. El proceso es un poco rollo y te hace valorar más a las peluqueras. Es algo que si tienes que hacer, lo haces, pero que si puedes pagar, mejor dejárselo a las profesionales. Mis hijos se quedan con los ojos abiertos cuando me ven porque, claro, el aspecto que tienes cuando te estás tiñendo y la mezcla se empieza a oscurecer en tu cabeza y pinta el contorno de tu frente... es pa´ verlo.
En un momento la conversación de mis hijos, que juegan en la habitación de al lado, alude al olor de mi tinte:
- Huele a desesperación
- Ya, es mamá tiñéndose el pelo
Cuando termino y me tengo que quedar unos minutos esperando a que el producto haga su efecto, veo que mi marido ha recolectado varios juguetes pequeños que se habían roto y se ha puesto a pegarlos y repararlos. Advierte a los niños de la gravedad de los pacientes y de que el que no se recupere de esta, irá a la basura. Para muchos, será su última oportunidad. Yo no doy un duro por Honey, que tiene una cabeza muy grande para ese cuellito, pero mi hija no quiere deshacerse de ella aunque se quede decapitada por el resto de su vida.
Cuando me aclaro el pelo y me lo seco, el resultado me encanta. Parezco otra persona, porque sin canas me saco años de encima y porque me ha quedado algo oscuro. Pero no me importa, porque en unos días con los lavados se aclara y además el color es muy bonito y ha quedado muy uniforme. Me pongo a enviar fotos del antes y después a mis hermanas y amigas. Varias han tenido que teñirse y otras lo tendrán que hacer en breve (es lo que tiene la edad) así que las aportaciones de marca, trucos, etc. son bienvenidas.
Mis hijos vienen a verme y se quedan sorprendidos con el resultado, sobre todo pensando en cómo me vieron antes. Mi hija abre la boca y dice "¡qué guaaapa!" y según mi hijo, parece que voy a salir a comer fuera.
Me visto y con la hora que es ya no me planteo hacer crema de zanahoria, así que arroz, hamburguesas y para que no sea tan soso, descongelo lo último que queda de mi salsa de tomate que según mi hijo sabe a pizza.
Comemos y por la tarde guasapeo un poco con una amiga. Le cuento también lo del pelo (es que estoy muy contenta), hablamos de lo que estamos haciendo y me acaba recomendando un producto para sacar esa mancha negra que queda en las juntas de los azulejos y que no sacas ni frotando, ja, ja, ja, ella dice que ya se está haciendo adicta. Le enseño también mis uñas azules (sólo en una mano) y las dos nos reímos de las cosas que haces cuando estás sola o cuando no te va a ver nadie.
Después me voy a tumbar con mis hijos en la tele y ¡oh, sorpresa! me duermo una siestecilla. Al despertar busco a mi marido y lo encuentro viendo una cosa muy chula en el ordenador: el País Semanal ha reunido a cinco políticos de ideologías diferentes a hablar de cultura: de la música que escuchan, los libros que leen, las series que siguen... y no sólo resulta de lo más interesante sino que sobre todo da gusto el tono, el buen rollo y que gente de lados opuestos pueda tener muchas cosas en común. Me uno a él para verlo porque dura unos 45 min pero paramos algunas veces, para aplaudir y para decirle a los niños que no griten. Y es que al final no es tan difícil si ves a la gente como personas y no como enemigos, si vemos lo que tenemos en común y no lo que nos separa y sobre todo si hay tolerancia y respeto a todos y todo. En fin, que da muy buen rollo y comparto el enlace:
Y después los baños y las cenas se prolongaron más de lo que a mí me hubiese gustado...pero es que les dio por estrenar un juego nuevo de la consola y claro, cuando le van  cogiendo el truco no quieren parar. Después hubo drama porque no les dejé hacer "una fiesta de pijamas" pero con unas cosas y otras acabamos cenando con mi hijo, que es algo que le encanta y encima se quedó con mi marido viendo un partido de España del mundial que ganamos.
Ha sido un buen día. Me siento bien, reconfortada, descansada y con esperanza renovada.

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