domingo, 19 de abril de 2020

Diario de una cuarentena. Día 38

Hoy me levanté tarde pero un poco mal, con dolor de cabeza. No sé si me sentaron mal tantas horas, acostarme tarde ayer o incluso el vino de la cena. Me miré en el espejo y el pelo, que el día anterior tenía de peluquería, estaba ahora espantoso, revuelto y medio enmarañado. Me lo cepillé un poco antes de ir a darle los buenos días a los niños.
La verdad es que es maravilloso levantarme y que mis hijos hayan desayunado. Es algo que estuvimos hablando precisamente en la comida para que mi hijo no piense que no se lo valoramos. Él dice que le encanta hacerlo, y no lo dudo, pero eso no quita que a nosotros nos de la vida este descanso los fines de semana.
Y aunque levantándome tarde la mañana dure poco, lo cierto es que no tengo un recuerdo claro de a qué me dediqué. Sé que hice la comida y que justo antes de eso, estuve limpiando a fondo un rincón del salón que queda detrás de una columna y tiene una estantería con libros. Pero no recuerdo nada más. Quizá no hice nada más, como digo la mañana fue corta y además la actividad discurre a velocidad de cuarentena.
En la comida, como es habitual, sonrisas y lágrimas: mi hijo feliz por comer garbanzos con espinacas y huevo y mi hija preguntando si lo que no se coma, le queda para la cena. Al final nunca se lo hacemos, pero es una amenaza que le "anima" a comer.
Después, ya empiezo a pensar en la compra del lunes. Apunto cosas, miro la nevera... siempre vengo cargada y aun así nunca llega un día que tenga que traer una cantidad más pequeña. Pero es que entre la leche, la fruta y los yogures ya poco importan el resto de las cosas, ya tengo el carro lleno.
Y con la compra, pienso en una nueva semana de clases y trabajo y no me apetece nada, necesito unas vacaciones.
Recuerdo que mañana es 20 de abril y me pongo a hacer los resúmenes trimestrales para Hacienda de este año. Son los últimos que presento, porque en enero todavía estaba como autónoma y estos documentos corresponden al primer trimestre. Me da cierta melancolía pensar en que dejé de ser autónoma, jefa de mi trabajo y mi tiempo, pero de no haber surgido lo de la pandemia, el cambio habría ido a mejor.
Sorprendentemente, para una tarde que intento hacer algo importante en el ordenador de mi habitación, mis hijos se ponen a jugar en la puerta, pegando tiros a la pelota en el pasillo. Les propongo que cierren la puerta y aceptan encantados. 
Como no tuve actividad alguna, los documentos los relleno en seguida y me saco de encima el trámite.
Entonces recuerdo que le había dicho a mi hijo que iba a hacer flanes y me pongo con ello. Automáticamente a todos les da la urgencia de venir a merendar a la cocina y yo digo que no, que esperen que no tardo tanto. Entonces mi hijo y mi marido se ponen a jugar a las palas de la playa en la entrada (con pelota blandita). Lo que hace el confinamiento, se le ocurre a mi hijo hacer dos meses preguntar si podía jugar a las palas en casa y le habríamos dicho de todo.
Y hablando de los niños, la última noticia es que el día 27 podrían empezar a salir de casa. Como aún no se saben los detalles, no hemos querido decirles nada. Por un lado, tal y como está la situación, no vamos a decirles que salen y que por lo que sea al final no pase, pero es que además mis hijos hacen miles de preguntas. Así que primero nos tendremos que informar bien y darles después una rueda de prensa a la altura de sus inquietudes. Precisamente viendo una rueda de prensa, preguntaron al ministro de Sanidad por la franja de edad de los niños que se va a permitir salir. Es algo que ni me había planteado, pero a ver si afinan, porque no me imagino la situación en familias en que un hijo puede salir y otro no. Y yo solo espero que podamos salir los dos con los niños porque yo no me lo quiero perder, pero tampoco quiero que se lo pierda mi marido.
A ratos seguí dándole vueltas a la compra y acabé haciendo un menú de la semana para comprobar si olvidaba algo. Qué ganas tengo de dejar de comprar así. 
Por el medio me llega un vídeo de una sanitaria que es recibida con aplausos por sus vecinos cuando llega de trabajar. Me emociono, me emociona hasta las lágrimas la gente que expresa esto y la que lo está sufriendo. Y cuando acaba el vídeo me cuesta un poco volver a estar normal. Y es que esta situación es frágil. Somos frágiles. Estás bien, te sientes a gusto, tu familia está bien... pero en cualquier momento podrías ponerte a llorar desconsoladamente. Por eso no damos rienda suelta a todo lo que sentimos o a todo lo que se nos pasa por la cabeza, porque sería imparable. Y porque esta es una carrera de fondo y hay que seguir, no queda otra. Yo me repito sin cesar que somos unos privilegiados y que estamos bien pero eso no consigue que a veces... no sé, somos humanos y la incertidumbre es mucha. Creo que en esto también ayuda tener hijos, llevas puesto el estar bien, dar ejemplo y ocuparte de que los demás estén bien. Pero a veces no sabes de dónde se nutre tu energía y tu fuerza.
Sigo sintiendo que me sienta bien leer y escuchar a otra gente. En la cena vimos "Lo de Évole" y era muy reconfortante oír a un experto en economía hablar de forma clara de lo que hay que hacer para salir de esta ¡bien, hay gente que tiene ideas y soluciones! Y después también vimos a Joaquín Sabina, muy sabio y muy divertido a pesar de sus propios achaques. Ahora que ves a todo el mundo a través de una pantalla, sientes más cercana a la gente que en la televisión también te habla desde su móvil o su ordenador, parece que la situación nos iguala. Poco glamour, eso sí, todos más o menos peinados, más o menos guapos y en zapatillas seguro, por no hablar de lo que llevarán de cintura para abajo. Todos somos lo mismo ahora, gente en su casa.
Y para acabar el día, como ya es habitual los domingos, imprimo las tareas de la semana de mi hija y le echo un ojo a las de mi hijo. Vale, no tienen un mal día, me podré ir al súper tranquila. A ver si yo también tengo un buen día y empezamos contentos la semana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario