miércoles, 8 de abril de 2020

Diario de una cuarentena. Día 26

Hoy me he sentado a escribir muy tarde. De hecho ya es mañana. Así que creo que haré un resumen, escribiré cuatro impresiones del día y me voy.
Lo que ha marcado más mi día de hoy ha sido el trabajo. He conseguido trabajar más que ayer y hasta podría decir que más que toda la semana pasada junta. Pero lo curioso es que mis hijos, que asumen perfectamente que su padre está trabajando y no se le puede molestar, a mi me interrumpen continuamente y vienen a contarme de todo. Si me enfado y les digo que no pueden venir todo el tiempo, mi hijo me dice que cómo me pongo.
Y además de que he trabajado más, he hablado más con el ayuntamiento, que me ha pedido un trabajo "extra". Por un lado valoro que cuenten conmigo para cosas que no son exactamente mi trabajo, me da la sensación de que técnicamente confían en mí. Por otro me agobia, me da la sensación de que cuando los niños se incorporen de nuevo a las clases no voy a poder con más trabajo. Y encima en las clases de los niños también hay novedades porque desde el cole nos dicen que después de Semana Santa habrá vídeo llamadas. Y lo dejan ahí y no lo explican. Así que ya estamos padres y madres pensando que como pretendan dar clases en directo, vamos mal. Por horario, por falta de aparatos electrónicos y por falta de omnipresencia, que a ver cómo me conecto a la vez con mi hijo y con mi hija.
Así que el resumen podría ser que es un día de sentimientos encontrados, de sentirme bien y mal con mi trabajo y bien y mal cuando pienso en la semana posterior a Semana Santa. Y encima los niños han vuelto a tener un día pesadito, discutiendo, chinchándose y demasiado enganchados a la tele. Justo los dos días que llevan estrictamente de vacaciones han sido de los peores.
Mañana es el cumpleaños de mi marido y ya he hecho el bizcocho de chocolate. Mañana lo acabo con la cobertura. Tengo que buscar las velas de mi último cumpleaños para ponérselas. Toda la vida aguantando que digan que guardo todo y ahora lo bien que me está viniendo. Que ni la bici estática la quería guardar yo y ahora nos da la vida.
Mis hijos ya están encantados con lo de que volvamos a comer fuera, sobre todo mi hijo. Y me decía que le daba pena que su padre pasase el cumpleaños así, pero es al contrario. Si no estuviésemos así, el cumpleaños casi no lo celebraríamos porque estaríamos recogiendo todo para irnos a Pontevedra por la tarde. Me da pena que ya no vayamos, que no nos veamos (mi familia) con la ilusión que nos hacía, pero bueno, soy consciente de que no es un drama. Cosas peores están pasando como para quejarme. 
Así que voy a ir a desearle feliz cumpleaños a mi marido y me voy a la cama, que mañana tenemos fiesta.

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