martes, 31 de marzo de 2020

Diario de una cuarentena. Día 18

Hoy me he levantado cansada. En la cama apagué el despertador varias veces y por un momento tuve la tentación de seguir durmiendo. Sería muy fácil dejarme ir, encender el móvil y quedarme en la cama hasta que los niños despierten.
Pero en seguida me levanto porque sé que eso es lo último en lo que quiero caer. Quizá si no tuviese hijos...me tomaría un respiro, un día de no hacer nada de nada, de vagar de una habitación a otra sin rumbo...pero no es eso lo que quiero que aprendan.
En la cocina la luz ya no es la de estos últimos días. No hay sol radiante, más bien está medio gris...o soy yo. Desayuno diferente, tostada con jamón y tomate, que hace días que no me lo hago y me encanta. Uno de los pequeños placeres de tener dos sueldos es poder comprar un aceite de oliva exquisito y echárselo al tomate de mi tostada. Este comentario me ha quedado como clasista, pero lo que quiero decir es más bien lo contrario, que en las épocas en que yo no tenía trabajo, pensaba más en qué me gastaba el dinero y no era en chorradas como esta. No me sentía mal entonces por no comprarme un aceite caro, ahí sí que sería idiota, es al contrario, me siento bien cuando me lo puedo permitir.
El caso es que desayuno y como los niños duermen, puedo ocuparme de mi trabajo. Hoy se supone que para todo, pero visto lo visto, no me fío. Mi jefa me llama y me confirma que mi compañera para. Me dice también que ha hablado con el ayuntamiento y jardinería para (bien). Me parece lo más razonable, claro. Así que aprovecho y doy un aviso a una de las jefas de servicio por si acaso cuando vuelvan es tarde. Me dice que están trabajando como siempre y yo ya no entiendo nada. De hecho después me entero de que todas las empresas de mantenimiento están trabajando. Y nosotros que no tenemos gente en la calle (por fin)... como la empresa no sabe cómo hacer esto del permiso, obligan a mi compañera a tomárselo de vacaciones. Estoy cogiendo mucho asco a la visión empresarial en toda esta crisis. No sé qué más tiene que pasar para que algunas cosas cambien. Por eso nunca llegaré a rica.
Como sigo cansada me da pereza pensar en las clases de mis hijos y más cuando cada día se despiertan más tarde. Ya sé que no es obligatorio lo que están haciendo, ya sé que lo importante es cómo se encuentren ellos... pero como estoy con lo del trabajo por el medio, me cansan más los tiempos de espera.
Al final, como siempre, se levantan, se preparan y nos ponemos a trabajar. Comenzamos viendo un corto juntos y después cada uno a su "clase". La verdad es que los dos avanzan muy bien en las primeras asignaturas, como para quitarme la razón al apurarles antes. Me sigue sorprendiendo la dedicación que pone mi hija en los dibujos y que después de un rato pensando en qué dibuja y haciendo corazones, palabras, etc no le dé pereza ponerse a colorear. 
Llega el recreo y me voy a tomar un café pero me molesta hasta que me hablen. Hoy estoy cansada y necesito más que nunca mi pequeño espacio, unos minutos sola. Soy consciente de que soy yo, de que mis hijos no están haciendo nada malo, pero sólo quiero un poco de silencio y tengo la sensación de que siempre hay alguien pidiéndome algo o preguntándome "¿qué comemos?".
Mi hijo acaba el descanso por iniciativa propia y vuelve al cole. Le sienta muy bien este método en casa, le gusta organizarse y administrar sus tiempos. Me pide ayuda con algo de religión pero es la típica cosa que no es que no sepa, es que le da pereza. Así que le digo que se lo curre un poco y no sea vago.
Con mi hija tenemos lingua y debe buscar y memorizar una poesía en gallego. Es un reto para hacer a lo largo de la semana pero se empeña en hacerlo ya. Cojo un libro con varios poemas en gallego y tarda en decidirse: "este", lo lee..."el de la araña mejor", lo lee..."el de o arco da vella"....finalmente se decide por uno del caracol y, eso sí, se lo aprende bastante rápido. Creo que como le he dicho que la tengo que grabar recitándolo, se esfuerza en hacerlo bien para que la vea su profe. La verdad es que la adora y aun en la distancia sigue muy unida a ella.
Hoy la comida está hecha de ayer así que en cuanto mi marido para, comemos. A mi hijo le ha dado tiempo a acabar todo, salvo una partida de ajedrez, que en lugar de jugarla en el iPad, ha preferido reservarla para su padre. A mi hija le falta colorear una ficha. Contra todo pronóstico, la mañana ha ido bien.
Mientras comemos yo voy pensando en qué nos queda para comer mañana, qué para las cenas, cuánta fruta, cuántos yogures... Como fui al súper el miércoles pasado, estoy intentando no tener que volver hasta este miércoles y así adaptarnos a salir sólo una vez a la semana. Lo cierto es que me inquieta esta nueva salida. No sólo me he acostumbrado a estar en casa, es que no quiero salir. Me siento segura aquí y cuando salgo es como meterme en el campo del enemigo. El exterior es ahora terreno hostil y las personas posibles portadores. 
Cuando la gente habla del famoso "cuando salgamos" yo empiezo a imaginar personas sonrientes que se acercan a abrazarme mientras yo los evito y huyo, ja, ja, ja. Y sin embargo los de casa no estamos tomando ninguna medida entre nosotros para evitar un posible contagio más allá de lavarnos las manos con frecuencia y después de toser o estornudar. Pero es que privar a mis hijos y a mí misma de abrazos sería más dañino que cualquier enfermedad.
Después de comer no tengo ganas de nada así que me voy al salón y mientras juegan mis hijos, me quedo dormida. Cuando despierto, me hace gracia que lo primero que escucho es que, aunque siguen jugando se hablan entre ellos con susurros para no despertarme. Hay veces que no parece que sean capaces de bajar la voz hablando entre ellos y sin embargo ahora se han dado cuenta de que duermo y lo han hecho sin que nadie se lo diga.
Siento frío después de la siesta, pero es que hoy ha habido una bajada brusca de la temperatura y se nota en casa. Después, cuando salgamos a aplaudir, lo notaremos de verdad.
El resto de la tarde, sin embargo, los niños parecen alterados y más revueltos que yo por la mañana. Mi hijo me contesta mal en un par de ocasiones y mi hija está molestando a su hermano constantemente. Por suerte mi marido acaba por fin de trabajar y se pone a montarle los típicos juegos que improvisa él (con cuerdas y pruebas que hay que resolver) que a los niños les vuelven locos. 
Yo hoy sigo cansada a pesar de la siesta y todo me pesa más que otros días, así que no dejo para más tarde las tareas de mañana del cole y decido revisarlas cuanto antes, aunque sea con interrupción para ir a aplaudir.
Tal y como pensaba, el aplauso dura algo menos, porque sopla un viento helado y todo el mundo se apresura a cerrar las ventanas y puertas en cuanto puede.
Y yo sólo pienso en cenar y que se acuesten los niños, porque como en el resto del día, no me apetece que me hablen. Aun tengo que contestar a un par de "¿qué ceno?" y después llamarle la atención a mi hijo por lo alto que está cantando en la ducha, pero bueno.
Durante la cena sí que me relajo y me río con la tele, tanto que olvido que a mi hijo no le hemos dicho que apague la luz y sigue leyendo cuando acabamos. La verdad es que después no puede dormir y sigue despierto hasta que empiezo a escribir. Era algo que también le pasaba antes, pero me parece que ahora más frecuentemente. Quiero pensar que es por falta de madrugar y de ejercicio intenso, pero no sé hasta que punto, sus pequeñas o grandes preocupaciones no le asaltarán en el momento de meterse en la cama. La parte buena es que si es así, en algún momento lo soltará, comenzará una de sus sesiones de preguntas en las que sale todo lo que pasa por su cabeza. Normalmente, cuando pasa eso, como intento no ocultarle nada y darle explicaciones lo más claras, extensas o precisas que puedo, se queda tranquilo y contento. 
Así que yo también voy a descansar y a animarme pensando que sólo quedan cuatro días de cole para las vacaciones.
Es curioso, hace un mes me preguntaba cuándo perdería de vista mi hijo a su tutora... otro deseo cumplido de una forma extraña. Este coronavirus parece un genio de la lámpara con un sentido del humor un poquito cabrón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario