domingo, 22 de marzo de 2020

Diario de una cuarentena. Día 9

Lo primero que me sorprende al comenzar a escribir es el título. Los últimos dos o tres días han volado, no me creo que ya llevemos nueve días. Los tres primeros, sin embargo, duraron una eternidad. Creo que es porque lo que al principio era una novedad, ahora es nuestra rutina. Lo único que me desconcierta un poco es ser consciente del día exacto en el que vivo, pero eso es porque el jueves fue festivo y el viernes no había cole ni mi marido tenía que trabajar.
Hoy el día ha empezado algo revuelto. Como digo, yo me levanto con normalidad, sin agobios ni pensar que seguimos en este confinamiento, normal, esta es nuestra vida...pero mis hijos están revueltos y mi marido parece algo alterado con ellos. En concreto mi hijo no quiere que se le acerque su hermana, quiere que no esté a su lado, que desaparezca. Y claro, se desespera y se siente frustrado, porque en estas condiciones no es posible. Discuten y ninguno de los dos encuentra su sitio ni sabe muy bien qué hacer. Yo intento guardar unas fotos en el ordenador porque mi teléfono no puede más y va a reventar, pero desisto porque necesitan ayuda. De todos modos, no se dejan guiar ni aconsejar, no quieren hacer nada de lo que les proponemos, nada les parece mal ni les apetece. Y les entiendo, claro. A diario me llegan mensajes de cientos de propuestas para hacer con los niños, pero no necesito ideas, lo que necesito es motivarles. Al final, sacamos el tipi y montamos una cabaña en una habitación. El karaoke también ayuda, ja, ja, ja. Cuando se lo regalaron me pareció una locura pero la verdad es que les entretiene un montón y me he acostumbrado a sus músicas electrónicas y repetitivas y a las canciones en francés. Sí, es en francés.
Superado el caos de la mañana la vida vuelve a la normalidad y me dedico a cocinar. Después ponemos la mesa y comemos como un fin de semana cualquiera. 
Por la tarde también parece una tarde normal de fin de semana, con tele y siesta...pero me llaman por teléfono. Es una vídeo llamada en grupo de mis compañeras de piso de Lugo. Llevábamos tiempo hablando de quedar, pero como dos de ellas estaban preparando oposiciones, decidimos que tendría que ser después de febrero de este año, después del último examen. Así que, con la xuntanza aplazada, nos hizo mucha ilusión vernos. Como siempre, nos echamos unas risas y hablamos de hacer esto más veces. Pero la conversación se vio interrumpida ¡porque yo tenía otra vídeo llamada en grupo! Los mejores amigos de mi hijo le llamaban. Así que dejé mi llamada, lo avisé y se pusieron a hablar ellos. La verdad es que se liaron un poco, hablando todos a la vez y encima quisieron ajustar las consolas para poder jugar juntos...pero aun así fue una buena experiencia para él.
Y parece que fue el día oficial de la vídeo llamada, porque hablando después con otras amigas, varias me comentaron que habían hecho distintos encuentros en grupo. La verdad es que somos unos privilegiados. Hace no tantos años el contacto se haría sólo por teléfono y de uno en uno. Y ver a tu gente te aporta mucho más que oírles, porque las caras y sobre todo los ojos no mienten.
Es curioso, porque en esta situación, me siento más cerca de la gente. Nos intercambiamos muchas chorradas, que al fin y al cabo son importantes porque nos hacen reír y mantener el buen humor, pero también nos preguntamos mucho más a menudo "¿Cómo estás?" Y nos contamos las pequeñas mierdecillas que nos pasan y los alegrones. Compartimos sentimientos, al fin y al cabo y al compartir, las tristezas se hacen más pequeñas y las alegrías más grandes.
En el aplauso de las ocho volvemos a ver al padre de un compañero de equipo de mi hijo, que vive enfrente y siempre transmite muy buen rollo. Es muy agradable ver una cara conocida de las de antes del encierro, aunque las otras caras de los balcones ahora también empiezan a ser conocidas.
Y para acabar el día, dejo a mis hijos que jueguen a la consola, con la disculpa de que es festivo y no hay cole, pero creo que es una opción que tenemos que reconsiderar. Una cosa es que no importa que jueguen, incluso que jueguen más que antes, pero empiezan tan tarde que luego las duchas se eternizan, están cansados, se ponen más irritables...y nosotros acabamos cenando a las once. Hay que buscar el equilibrio. Los niños son nuestra prioridad, pero sin olvidarnos de nosotros, que hay días que hablo menos con mi marido que antes.
Además creo que se acuestan más nerviosos y eso a mi hijo le afecta. Cuando se acostó parecía tranquilo pero al cabo de unos minutos me llamó. Decía que pensaba "en cosas malas" y no sabía cómo quitarse esos pensamientos de la cabeza. Las cosas malas era que pensaba que mi marido y yo podíamos "enfadarnos". Le dije si se refería a una separación o a un divorcio y me dijo que sí. No estamos discutiendo, no más de lo habitual que, la verdad, es muy poco. Creo que es un miedo que surgió de la nada pero intenté calmarlo diciéndole que yo quería mucho a su padre y que si no me equivocaba, él también a mí. Y me apuré a decirle que no los iba a dejar, ni a su padre ni a ellos, por si acaso por ahí iban sus miedos, por si piensa que yo algún día podría dejarles. Sentada en su cama, seguí hablándole y contestándole a sus miles de preguntas (como mejor puedo). Las siguientes sí estaban directamente relacionadas con el coronavirus y la cuarentena. Decía que había escuchado cómo Pedro Sánchez decía que permitían salir de casa para ir a cuidar a otros y que si nosotros en Semana Santa podríamos salir de casa diciendo que íbamos a cuidar a los primos ¡qué listo es! Le afecta mucho que no nos vayamos a ver en Semana Santa pero es algo con lo que no puedo ni quiero engañarle. Le he dicho que en Semana Santa, en realidad, sólo nos veíamos cuatro días y también que es algo que no tiene ninguna solución y que no nos vamos a inventar un truco para hacer lo que queremos. Le hablé de responsabilidad y de hacer lo correcto, de que todos y cada uno tenemos que hacerlo pensando en todos y no en cada uno...y al final se quedó más tranquilo. Es muy inteligente, pero también muy sensible. Lo entiende todo, pero le afecta.
Creo que esta situación le va a hacer madurar un poquito más de lo que le correspondía y a su hermana también. Pero espero que también les aporte muchos buenos sentimientos, como la solidaridad y el valor de la familia. 
Antes del coronavirus pensaba que teníamos que pasar más tiempo con los niños, que era necesario que tuviesen claro que siempre estaríamos a su lado pasase lo que pasase, que supiesen recurrir a nosotros siempre...
...ten cuidado con lo que deseas.

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