lunes, 16 de marzo de 2020

Diario de una cuarentena. Día 3

Hoy ha sido un buen día, sí que lo ha sido.
Me levanté mejor que ayer y bastante mejor que muchos fines de semana, con la sensación de haber dormido lo justo, ni mucho ni poco.
Además yo durante la semana desayuno sola y eso me da tiempo para despertarme poco a poco y sobre todo me permite pasarme un buen rato callada y sin que nadie me hable, pero los fines de semana mis hijos me hablan en cuanto me levanto. Pues hoy, aunque me hablaron tanto mis hijos como mi marido, habían desayunado cuando me levanté, así que yo desayuné sola. 
Ya he comprobado muchas veces y en situaciones mucho más normales que esta, que en el momento del desayuno no estoy en mi mejor estado anímico. A veces veo una noticia en la televisión que me inquieta, imágenes que me hacen llorar...y hoy se me ocurrió leer mensajes de WhatsApp. Había muchos de un grupo de amigas del instituto criticando al gobierno, a Pedro, a Pablo, que si el 8M fue una cagada....pffff por favor. Y les dije que eran unas cansinas con la política (de siempre, no de ahora) pero que en esta situación me cansaba aun más tanta política y tanta crítica, que no era mal rollo lo que necesitaba. Y me da igual que los políticos lo hayan hecho mal, me parece que lo que a mí me importa ahora no es eso y que mirar al pasado con disgusto no me aporta nada. Así que me mosqueé un poquito y decidí dejar el móvil un rato. 
Desayuné y el día, que era soleado y radiante, pasó a gris y se puso a diluviar. En ese momento leí un mensaje de mi suegra que me preguntaba qué tal lo llevábamos. Pensé en contestarle un mensaje un poco regulero y al final le dije que lo que llevábamos hasta ahora era igual que un fin de semana de temporal, de esos que no sales de casa ni en coche. Y escribirlo me hizo pensar que realmente eso era más o menos lo que llevábamos en casa (un día más en realidad al contar el viernes) y la lluvia me ayudó a poner el escenario a ese teatro. Normalmente la lluvia me baja el ánimo pero hoy me pasó lo contrario, parecía ser la única causa de nuestro encierro y eso me dio normalidad.
Y la mañana transcurrió más ligera que otros días: mi marido se unió a mi plan de bici estática y ejercicio y estuvo más animado que ayer o más conectado con nosotros tres. Y es que ayer lo noté aislado dentro de nuestro aislamiento, de cuerpo presente pero pasando su propio duelo/luto/trauma por libre. Y no le dije nada, porque igual que yo e igual que mis hijos, cada uno estamos buscando nuestro espacio o nuestro sitio en esta situación. Así que pensé que él tenía que tener su propio ritmo para hacerlo.
Eso sí, yo me dediqué un rato a limpiar, ordenar y hacer camas, con esa necesidad de "hacer algo" y mejor de forma rápida y diligente, para que la cabeza y la mente también se me ordene.
Casi sin darnos cuenta llegó el momento de la comida y resulta que por estas carencias que hay en el súper, teníamos secreto, que es algo que nunca habíamos comido con los niños, pero que era de la poca carne que quedaba la ultima vez que compramos. ¡Y les encantó a los dos! estaban felices, como si comiésemos fuera, disfrutando de verdad. La verdad es que a mí me pone de buen humor comer cosas ricas, pero se ve que nos sentó bien a los cuatro. Y tanto es así que después propuse ver una película, porque es algo que nos encanta, lo de la peli en familia, pero mis hijos no quisieron porque se lo estaban pasando genial jugando, así que los dejé y me fui...a mi habitación, claro, no iba a dar un paseo ja, ja, ja. Pero esa pequeña distancia física me proporcionó distancia mental, me dejó un momento para mí sola, que también me sentó genial. Porque yo en los días normales paso horas sola y ahora necesito un poquito de ese tiempo, para pensar, para practicar idiomas, oír música, pensar en lo que me de la gana y evadirme un poco.
Por la tarde mi marido jugó un montón con los niños, que estos días juegan a diario (y varias veces al día) al baloncesto. Y de nuevo, desde fuera, de espectadora, me sentí bien. 
Creo que en el día de ayer fuí tan protagonista que hoy disfruté de ser secundaria, relevada.
En el tema laboral tuve novedades, con una llamada de mi jefa que coincidía conmigo en que seguir con nuestro trabajo en estas circunstancias no tenia sentido. Pero claro, ahora falta saber cómo va a ser esto de no trabajar, básicamente el dilema es si nos van a pagar por estar en casa o si nos echan. Así de claro. Ni siquiera es algo que me inquiete ahora. Creo que si me quedo sin trabajo, volveré a tenerlo. Simplemente.
Y cuando terminé de hablar con ella eran ya las ocho de la tarde y el ruido exterior nos recordó que había que salir a aplaudir. Esta vez estábamos los cuatro, gracias al adelanto de la hora y había más vecinos aplaudiendo. De nuevo fue divertido y gratificante ¿por qué esto no lo hacíamos antes? ja, ja, ja, ja.
Cuando mis hijos ya estaban acostados, me dediqué a revisar el plan de trabajo que tienen mañana con el cole, sobre todo mi hijo mayor. Lo que son las cosas, yo que soy una abanderada anti-deberes, me alegré infinito del plan de tareas. Yo creo que es porque de una manera rara supone volver a lo cotidiano, a lo conocido. Y también supone llenar el tiempo, que no es un asunto menor ahora mismo. Este cole en casa nos va a unir con nuestra vida anterior y también con la vuelta. Los niños van a seguir trabajando porque la vida sigue, no se ha detenido, sólo está ralentizada y rara.
Me siento contenta y motivada, porque mañana va a ser un día diferente, un comienzo y otra ocasión más de sacar adelante proyectos en familia.
Así que sí, ha sido un buen día. Un gran día.

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