martes, 24 de marzo de 2020

Diario de una cuarentena. Días 10 y 11

Creo que el hecho de que hoy escriba lo de los dos días juntos, da una idea del ritmo que llevo. De todos modos, ahora mismo he leído un mensaje de un amigo que me preguntaba qué había pasado con mi diario, así que eso me anima a seguir. Además he releído algo de lo que he escrito y, aunque llevamos poco tiempo confinados, ya veo diferencias entre los primeros días y estos últimos. Así que ahí voy.
El domingo fue un día tranquilo, todo lo tranquilo que es un domingo cualquiera en mi casa, vamos. De hecho por la mañana los niños estaban algo sobrados de energía y les propuse hacer algo para canalizarla, alguna actividad, algún juego, deporte...y mi hijo me dijo con desgana "ya estamos con el puto deporte" y la verdad es que me hizo tanta gracia que los dejé.
Me lo tomé como un día de calma y de preparación. De preparación de la compra que tendríamos que hacer el lunes, de la semana de cole que me iba a tocar a mí sola...la experiencia de los tres primeros días me hizo llegar a la conclusión de que todo va mejor si lo preparo el día anterior. Así, que como los profes (supongo) el domingo por la tarde-noche me puse a leer, imprimir, organizar mi nuevo trabajo de profe. Por la parte de la calma el máximo exponente fue que me dormí una siesta en el sofá y no fue precisamente pequeña. Creo que no había vuelto a quedarme dormida después de comer desde que empezamos el aislamiento. Y es que aunque muchas veces me tumbo en el salón después de la comida, es como si siempre estuviese en estado de alerta (nunca mejor dicho, claro).
Y durante todo el día tuve esa sensación de cotidianidad, de "día normal" y de relajarme para recargar pilas. De hecho, casi a la hora de la cena me llamaron unas amigas para una videollamada en grupo y directamente les colgué. Sí, soy una borde, pero ellas ya lo saben. Son de las mejores amigas que tengo y me habría hecho una ilusión enorme hablar con ellas, pero sabía que si me ponía a hablar tan tarde después acabaría acostándome más tarde aun y se me pondría el comienzo de semana cuesta arriba. Y claro, cuando la gente está tan positiva y tan intensa, tan de hacer cosas, tan de salir al balcón a las diez por los profesores, a la una por las asistentas y a las cuatro por el niño del sexto que está de cumple, y tú cuelgas a una vídeo llamada en grupo....oooooooh estás cayendo en la apatía, en la depresión y rondando el suicidio. Y tienes que dar explicaciones como si ya no fueses dueña de tu tiempo y tu ocio, si es que puedes tenerlo. Además es que me sentía bien, no me pasaba nada...quería cenar, no hablar, eso era todo.
Y después de cenar seguía tan tranquila y tan zen que hasta me dio por no escribir este diario por el simple placer de tirarme en el sofá a ver cualquier cosa en la tele. Porque no hacer nada guay ni que quede para la posterioridad también es un derecho que reivindico y sigo teniendo.
Así que hoy, ya metida en esta "semana dos" tan completa, me levanté temprano pero lo justo, para no dejar que el supermadrugón me amargase el día. Desayuné con mi marido que me habló lo justo (bieeeen) y cuando los niños consiguieron remontar esa pereza que les da empezar el cole, nos pusimos. 
Como mi hijo tenía una oración y una canción de buenos días chulas, decidí que la clase de primero iba a hacer sus "buenos días" con la de cuarto. Y mi hijo cortándome el rollo diciendo que no les hablase como una profesora, ja, ja, ja. Le di mucha vergüenza ajena, no lo ocultó ni un poquito.
Pasado ese comienzo juntos (me encanta que empiecen con una canción que les gusta) ya se fueron animados cada uno a su clase a empezar con mates. A mi hija le sigue costando más esfuerzo. No sé si se siente desubicada o le falta la autoridad de su profe, los compañeros...y por eso estoy más con ella. Una de las tareas que tenía que hacer era buscar y aprender tres chistes, así que me dio la disculpa perfecta para que la ayudase su hermano, que se entusiasmó con el encargo nada más conocerlo. Menos mal que les dije que lo tenían que dejar para el final de la mañana, porque aunque él puso toda su buena intención y tuvo una paciencia infinita leyéndole todos los chistes que él consideraba "buenísimos" a ella o no le hacían gracia o directamente no los entendía. Al final de mucho buscar se quedó con alguno del tipo:
- ¿Qué le dice un techo a otro?
- Techo de menos
Humor inteligente, vamos.
Laboralmente la mañana fue caótica. Una de mis compañeras trabajó en casa porque su madre puede tener coronavirus y estaban a la espera de que viniesen a casa a hacerle la prueba. Desde el ayuntamiento me pidieron que contestase a unas dudas de una jefa de servicio, que no me extraña que tuviese dudas de lo que tenía que hacer, porque lo que le requerían del ayuntamiento estaba entre poco y nada claro. Yo en este momento creo que a las empresas les tengo que echar una mano y no por las empresas, sino por la gente que trabaja en ellas. No me hace falta conocer la situación personal de cada técnico para imaginar que quien más quien menos, todos están en una situación difícil en estos momentos. Así que no seré yo quien añada más malestar y si además aporto algo, me sentiré útil y me parecerá menos absurdo seguir haciendo este trabajo como si el mundo no se estuviese desmoronando a mi alrededor.
El caso es que este malabarismo clase- trabajo- clase más propio del Circo del Sol que de una ingeniera, hace que llegue a la hora de la comida como si fuese la de la cena: cansada y hambrienta.
Y después de comer, mando a mi marido a la compra (y digo mando porque tengo claro que no quería ir) y aprovecho que los niños están tranquilos ¡haciendo solitarios de cartas! para trabajar un poco más.
Y cuando mi marido viene de la compra es él el que vuelve a trabajar un poco más y yo vuelvo a quedarme sola con los niños y a acordarme de toda esa gente que con toda la buena intención del mundo me manda libros digitales, conciertos, películas, revistas...PARA QUE NO ME ABRURRAAAAA. Ojalá me aburriese, qué envidia.
Y de colocar la compra paso al trabajo, a la merienda, a mandar los deberes de hoy...y voy enlazando una con otra actividades que son para otros siempre o para otros y para mí, pero no he tenido tiempo en todo el día para mí sola. Me siento invisible, como si hoy no hubiese sido más que un instrumento para los demás. Enseño a otros, cocino para otros, limpio para otros, organizo para otros y al final del día, si excluyo la canción del buenos días, ni siquiera he escuchado música, mi música, la que me gusta a mí escuchar y disfruto cuando estoy sola.
Este confinamiento me está borrando de mi vida, al menos por la semana. Pero ni siquiera me siento triste o abrumada, me siento un poco inexistente, como si me estuviese tomando una baja de mi vida.
Pero es que no me dan las 24 horas del día y creo que al menos de lunes a viernes, voy a tener que vivir la vida en los guasaps que me mandan y mando porque fuera de ahí todo lo que me queda libre sólo lo quiero dormir.
Pero no ha sido un mal día, ha sido como un día que no he consumido, más bien me ha consumido a mí.

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