sábado, 28 de marzo de 2020

Diario de una cuarentena. Día 15

Lo primero que me pasa al sentarme hoy a escribir es que tengo que pararme a pensar qué ha pasado hoy. Y creo que eso es normalidad. Me refiero a que un día normal (de los de toda la vida) yo ni recuerdo qué hice por la mañana al llevar a los niños al cole o si hoy salimos rápido de casa o discutimos...porque son cosas cotidianas, normales, que así como pasan, las olvido.
Así que un día más me he levantado con ese sentimiento o pensamiento de comenzar otro día de esta vida de ahora. Nada más. Bueno, nada más no, que es viernes y eso da vidilla, en esta vida y casi en cualquiera.
Esta mañana mi hijo se levantó cuando yo estaba desayunando y es algo que no llevo demasiado bien, porque me gusta desayunar sola y darle tiempo a mi cerebro para despertarse. Pero bueno, no me he molestado demasiado y le he puesto a desayunar a mi lado. Me gusta tenerlo cerca, observarle ahora que parece que crece más rápido delante de mis ojos. Me encanta cómo habla, lo bien que se expresa y lo sensible que es. Es tan guapo por dentro como por fuera. Puede que más incluso.
Cuando acaba de desayunar, su hermana aun duerme y noto que le da una pereza infinita cuando le digo que haga lo mismo del día anterior, empezar a hacer algo de las tareas y luego hacer con ella el "buenos días". Remolonea, habla por lo bajo y se va al salón a ver la tele. Yo también le murmuro un "tú verás". Pero lo dejo.
Mi hija se despierta tarde y con mocos y yo pienso sin darme cuenta que los mocos no son un síntoma. Creo que de manera imperceptible voy testeando síntomas en las cosas que les pasan. Paranoia.
Mientras ella desayuna hablo con mis compañeras de trabajo del posible positivo de la madre de una de ellas. Con estas cosas eres más consciente de que este virus es real y no estamos en una película de ciencia ficción.
Los niños empiezan juntos las clases en el salón, viendo un corto de animación que esta vez los profes han enviado a los dos, basado en un cuento de Saramago. Después ven el vídeo de una canción y al acabar ya tienen incorporado el irse cada uno a "su clase" sin que yo les diga nada. Mi hijo está algo más disperso hoy y le acompaño a revisar lo que tiene para el día. Una vez que lo centro, me voy con mi hija.
Con ella tengo que luchar con que se sitúe en la clase y no en casa con mamá, pero también tengo que luchar conmigo misma, que acortaría algunas tareas que a estas edades se hacen lentas. Los dictados, por ejemplo, son eternos y me quedo pensando en el esfuerzo que hace escribiendo tanto y tan despacio. Me sorprende que no quiera dejarlo, es muy constante y disciplinada. Cuando llega al final pienso que no querrá hacer el dibujo que su profe propone de manera opcional y no sólo lo acepta con alegría, sino que le dedica tiempo y lo colorea. Es un gusto verla disfrutar con tan poco.
Esta mañana los descansos que hacemos se nos van un poco de las manos o se me van a mí, que casi olvido lo que estamos haciendo y me sorprendo cuando veo en el reloj del microondas que son más de las doce. Tengo la tentación de cancelar las clases por hoy, como si fuera Feijóo, pero evidentemente no llego a proponerlo porque con mis hijos cada excepción crea un precedente a repetir. Tomando un café pongo la tele, porque estoy perdiendo la costumbre de mantenerme informada (al principio lo que costaba era desconectar de la información). Me encantan las ruedas de prensa de técnicos, las de políticos no las veo. Estas me dan seguridad, me gusta que los que de verdad están llevando el país me cuenten cómo van. Particularmente me estoy haciendo fan del jefe del Estado Mayor de Defensa, fíjate tú. Me gusta la contundencia con la que habla, transmitiendo a la vez mucha más empatía que los políticos. Muy buena energía da este hombre.
Así que una vez informada, volvemos al trabajo, pero mi hijo hoy está algo más espeso que estos días y le tengo que ayudar más. De una asignatura, además, le aconsejo que la deje para el fin de semana porque es que al pobre no lo veo...
Ah, olvidaba decir lo mejor, que volvimos a bailar "Living on a prayer" y esta vez también se unió mi hija. Muy divertido. Propongo hacer esto todos los días aunque no toque y mi hijo duda: "a ver...que yo tengo cinco asignaturas todos los días" en plan "te estás tomando a coña mis clases y esto es serio".
Al final de la mañana vuelvo a tener noticias de mi compañera, su madre ha dado positivo. Me cae mal la noticia porque puedo imaginar el miedo que se puede experimentar ante esta enfermedad. Le doy ánimos y le digo que pida la baja y que se libre así de la parte del trabajo, que atienda sólo al estado de su madre y a vigilar que ella y su padre también estén bien.
Esto es real. Está ahí al lado.
Le comunico la situación a mi jefa que responde con un "vaya". No sé si por su cabeza pasará el recuerdo de que esta compañera mía, hace pocos días le expresó sus miedos por seguir trabajando porque vivía con sus padres que son grupo de riesgo. Puede que no, pero no lo sé, tampoco la conozco.
El caso es que es ya la hora de comer y sin tiempo ni ganas de cocinar, decido hacer pasta con atún. Mis hijos felices, claro.
Me siento contenta porque el cole ha terminado hasta el lunes y el trabajo de mi marido también. 
Comemos. Mi hija repite, está presumiendo de lo bien que come, ja,ja, ja. Que sea pasta es el truco, pero bueno, es cierto que estos días está comiendo mejor.
Por la tarde nos dispersamos algo por casa, cuando la tendencia habitual es ir al salón, pero no importa, está bien, otro respiro para estar sola. Me pongo con los idiomas en el móvil y en unos minutos ya están todos en el salón. Esto sí que es lo habitual. Juegan un ratito a la consola, poco, la verdad y mi marido les propone unos acertijos que han llegado en un guasap. Mi hija los resuelve de una manera sorprendente y a los dos les gustan tanto que mi marido busca más. Se pasan casi todo el resto de la tarde así, respondiendo de manera alterna, como en un concurso de la tele. Me hace gracia lo nerviosos que se ponen. Mi hijo además de nervioso se pone tenso cuando su hermana razona mejor que él, le fastidia no ser el mejor y sobre todo le fastidia que ella se ponga en plan repipi. Pero no llega la sangre al río y todos nos divertimos.
La merienda y el resto de la tarde transcurren con tranquilidad y me siento muy contenta. Y al sentirme alegre descubro que se puede, que a pesar de toda la situación y de ser consciente de todo lo malo que está pasando, me puedo sentir así, alegre de verdad. Es viernes, tenemos por delante un fin de semana para descansar y organizarnos para la semana siguiente, pero también para disfrutar. Hemos superado la primera semana, hemos superado esta segunda, más larga al no tener festivos y estamos bien, verdaderamente bien ¿cómo no me voy a sentir alegre?

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