domingo, 24 de mayo de 2020

Diario de una cuarentena. Día 73

Esta desescalada se me está quedando un poquito triste.
¿Qué decíamos a principios y mediados de confinamiento? Uaaah el día que salgamos...e inmediatamente veíamos abrazos, cervezas, fiesta, confeti y hasta lágrimas. Pero eso era en los anuncios y en nuestra cabeza. La realidad se llama desescalada y es lenta y progresiva. Y lo peor, no es alegre, al menos para mí.
Bueno, matizo, la salida con los niños sí fue alegre, por ejemplo. No se pusieron súper felices con el anuncio de que iban a salir pero sin embargo sí lo disfrutaron un montón. Y a día de hoy, cada vez que salimos lo seguimos disfrutando. Es en lo que vamos a notar este paso a la fase 2 que comienza mañana, en que ya no tendremos el límite de la hora, el kilómetro y el adulto que los acompañe. Así que iremos a donde queramos, como hacíamos "antes".
Pero, por ejemplo, no he pisado una terraza, no hemos quedado con la familia más allá de un día que subieron mis suegros a casa y tampoco hemos visto a ningún amigo. Nos hemos quedado como en medio de ningún sitio, porque tampoco podemos decir que estemos como antes, encerrados en una isla desierta viviendo una nueva experiencia en familia. 
Estamos a la mitad del puente pero ahora mismo no sabemos si cruzar, quedarnos parados o volver al principio.
Creo que mi llegada a la realidad será definitiva cuando pueda cambiar de provincia y abrazar por fin a una de mis hermanas. Y sí, digo bien, abrazar, aunque sea con mascarilla. Pero es que no me veo después del tiempo que llevamos sin vernos, de lo que ha pasado y sobre todo de lo que habrá pasado ella, haciendo ciento y pico kilómetros para chocarnos el codo. Le voy a dar un abrazo que se va a enterar.
Y hasta ese día me veo así, en medio de ningún sitio, viviendo una fase 0 dentro de una zona en fase 2, sin contactos, sin salidas pero también sin aplausos en la ventana. Definitivamente se han acabado, se fueron disipando y al final simplemente desaparecieron, como si ya no quedase nadie en los hospitales, como si las cajeras del súper no llevasen una mascarilla y una pantalla para hacer su trabajo, como si todo hubiese acabado.
Y la gente sí que vive en distintas fases, porque los que han vuelto a sus lugares habituales de trabajo y no tienen niños, es probable que se sientan en fase 3 pero los que trabajamos con niños en casa... Y esta semana me ha sorprendido el anuncio de que habrá campamentos de verano. Y de nuevo me siento contrariada, es algo que deseo todos los años porque me soluciona la vida y mis hijos se lo pasan fenomenal pero justo ahora...me debato entre darme un respiro en mi vida inscribiéndolos o ahorrarme preocupaciones pero seguir hasta septiembre con ellos en casa. Todo es tan incierto y tan desconocido que no es fácil tomar decisiones. Hay que volver a replantearse lo que antes tenías claro porque la vida ya no es la misma y las prioridades tampoco lo son.
Así que una vez más sólo me queda vivir el hoy. Mañana comienza una nueva semana. En el colegio serían las fiestas colegiales pero recordarlo a mi hijo le da pena porque las disfrutaba de verdad. Es muy lógico que los profesores les transmitan la alegría de las fiestas de todos modos, pero a veces esas referencias a la vida pasada o a como sería su vida sin coronavirus son contraproducentes; me refiero a que resulta más fácil estar contento con tu vida si no recuerdas las renuncias que te suponen esa vida.
Voy a pensar que al final, queriendo o sin querer, en mayor o menor medida, la desescalada está abriendo agujeros en nuestra vida, así que acabará entrando el aire y respiraremos mejor.
Feliz semana de fiestas.

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