miércoles, 6 de mayo de 2020

Diario de una cuarentena. Día 55

Hoy el día ha pasado a ritmo normal, no a ritmo cuarentena. No sé si es la desescalada, el desconfinamiento o el acercamiento a la casi nueva normalidad anormal que nos viene. Creo que ha influido bastante que he trabajado y he sacado cosas adelante. Trabajar de verdad, respondiendo a una necesidad, a correos y llamadas... da normalidad a mi vida. Pero eso ha sido más bien por la tarde porque por la mañana lo que siento es estrés. Resolver dudas de mis compañeras en medio de las clases y las vídeo llamadas de mis hijos (hoy fueron las de los dos) es una locura; cualquier día les envío en un guasap que ahora les toca mates. Además hubo intercambio de correos de esos en que te tienes que concentrar porque hablamos de las pautas para la organización de un trabajo. Encima varios presupuestos que revisar para ya. Y por último llamada directa de la directora de Medio Ambiente para coordinar nuestro trabajo. La parte buena, que nada era de mal rollo, que estamos en cuadro y necesitan que ayude y que al final resolví todo, que era de lo que se trataba. Me siento como en un circo de tres pistas pero cuando acaba la función y ves que los malabaristas no se han lesionado y el león no se ha comido a nadie, pues das por bueno todo. Lo que viene siendo cansada pero contenta.
Pero soy consciente de que de todo esto me salvan los fines de semana con sus mañanas de despertar tarde, su falta de horarios y sus pelis. Y además el fin de semana es a mi marido al que le toca salir con los niños. Esa hora sola, en la que hacer lo que se dice hacer, no hago nada, pero hago eso, estar sola. 
Y del mundo exterior me llegan ecos de provincias que piden pasar de fase, poblaciones que quieren funcionar como menos de 5.000 habitantes y todo me suena lejos porque yo vivo el hoy, que nos permite salir con los niños y nada más. Porque sigo sin volver a intentar caminar, aun hay mucho movimiento. Así que salgo con los niños, que me da una pereza infinita porque me coincide con un momento en que tengo mucho sueño, pero después me gusta. 
Hoy, como no llovió en toda la mañana, fuimos al parque con una pelota y un frisbie y la verdad es que lo pasamos bien. Hacía calor y el sol pegaba bastante, deberíamos empezar a echarnos crema. El caso es que la tontería de agacharme una y otra vez a coger el disco ha provocado que ahora mismo ya sienta agujetas. Y el resto de la tarde fue bastante bueno y desde luego mucho mejor que las últimas semanas. Por eso pude trabajar y por eso cuando casi era la hora de aplaudir, ofrecí a los niños que jugasen a la consola. Aunque me dijeron que sí, esperaron a terminar una partida de un juego que se había inventado mi hijo con unos muñecos y que se parecía sospechosamente al Fortnite. Tiene tanta imaginación y le mete tanta literatura y tantos efectos especiales a todo, que tenía a mi hija emocionada.
Y al final entre que se estaban portando bien y que mi marido y yo estábamos trabajando, los niños acabaron duchándose y cenando tarde. Así que le propuse a mi hijo cenar ensalada y así cenábamos los tres juntos, que es algo que le encanta.
Creo que esta semana, poco a poco, se está invirtiendo esa tendencia que llevaban estos últimos días de portarse cada vez peor. Hemos alcanzado el pico y a ver si ahora doblamos la curva. Y es miércoles, que siempre hace que veas el resto de la semana con buenos ojos.

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