lunes, 16 de marzo de 2020

Diario de una cuarentena. Día 4

Y hoy, lunes, llegó la rutina ¡¡bieeeeen!!
De verdad, qué alegrón despertarme a las siete como todos los lunes; la ducha, el desayuno...rutina...rutina...hacer "lo de siempre". Cómo necesitamos a veces agarrarnos a lo conocido y a lo cotidiano cuando alrededor hay tanta incertidumbre.
Los niños se levantaron temprano, a esa hora a la que les cuesta tanto levantarse cuando tienen cole. Y después de desayunar se tomaron con entusiasmo lo del cole en casa, hasta el punto de que mi hijo se vistió parecido al uniforme (según él) y mi hija se peinó como cuando va a clase. Los pusimos a cada uno en su habitación diciéndoles que eran sus clases y comenzamos a revisar los contenidos que las profes les habían preparado para trabajar. Me hizo mucha gracia que mi hija tenía educación física a segunda hora y pretendía tenerla...es muy cuadriculada. Le dije que en otro momento la tendría, cuando jugásemos al baloncesto o hiciésemos yoga. Más o menos lo encajó...más o menos. Como digo estaban motivados y centrados aunque mi hija me decía constantemente cómo lo haría Beti, su profe, ja, ja, ja. Al final le aclaré que yo era otra profe y que hacía las cosas diferentes, que no pasaba nada. Esto sí le pareció bien.
En el recreo también yo aproveché para tomarme un respiro (y un café) y las últimas "horas" de clase le costaron más a la pequeña que al mayor. Es curioso, porque yo creo que en el cole de verdad es al revés.
Pero el caso es que el cole nos ayudó a todos a pasar una mañana entretenida y distendida. Y aunque es evidente que normalmente no los educamos en casa, este cole diferente nos dio a todos una conexión con la vida normal que nos sentó fenomenal. Es la sensación más parecida a seguir con nuestra vida que nos podemos permitir en este momento.
El cole en casa sólo es por las mañanas así que mola mucho. Y poco después del cole ya tuvimos que comer porque mi marido tenía que irse a trabajar. Y no es médico, ni farmacéutico, ni cajero, limpiador, reponedor....no tiene un trabajo esencial; simplemente trabaja en una empresa que no quiere parar, que no se lo plantea mientras no le obliguen porque claro, si para, no gana dinero. Me pone mala esta distancia de la realidad y a mi marido también claro. Empresas que aun no se han enterado de lo que está pasando, que parar esto depende de quedarnos en casa, y que quedarte muy pero que muy encerrado dos días y salir a trabajar después, es un despropósito absoluto.
Pero, como se suele decir, si no quieres caldo, toma dos tazas, porque mi empresa nos obliga también a trabajar. Yo soy una privilegiada porque mi trabajo me permite quedarme en casa, pero no puedo ni quiero entender mi trabajo así. Porque si de manera habitual somos un equipo, en las malas (malísimas) lo seguimos siendo o como poco, lo somos más. Y yo no encuentro motivo ninguno que justifique que mis compañeras tengan que salir a trabajar pensando que a la vuelta pueden infectar a sus padres. Ninguno. Ninguno. NO SOMOS UN SERVICIO ESENCIAL. Las personas tienen que estar antes que los ingresos. Su bienestar, su seguridad, su dignidad antes que el beneficio económico. Siempre. Se llama tener valores y desgraciadamente es el motivo por el cual soy consciente de que nunca me haré rica. Pero es que a mí el dinero no me importa y eso me da algo mucho más grande: libertad. Si no tienes precio, no te venderás nunca.
En fin. 
Así que todo el buenismo de la mañana se vio arrastrado por los gigantes empresariales, pero la parte buena es que los niños siguieron bien, bastante más relajados que el fin de semana. Y ese respiro sí que vale oro.
El otro día leí en twitter que esta crisis va a sacar el verdadero yo de cada uno: el generoso será más generoso, el necio enseñará su cara y el miserable saldrá de caza a ver qué pilla. Es importante saber quién vas a ser tú en esta situación y si sabes quién es el otro. Creo que no habrá sorpresas ¿o sí?


2 comentarios:

  1. Yo hoy me he permitido el lujo de no leer los periódicos, ni ver el telediario... Mañana volveré a la realidad... Ánimo

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    1. Sí, hay que buscar un equilibrio entre estar informados y estar mentalmente estables

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