jueves, 4 de diciembre de 2014

¿Dónde está mi verano?

Que sí, que ya sé que estamos en Diciembre, pero no quería dejar de hablar de este verano... que fue tan peculiar.
Este fue el primer verano que he pasado sin pisar la casa de mis padres en toda mi vida... y tengo 42 años. Ya había pasado la Navidad igual, pero no por repetir me costaba menos la experiencia. Y además tenía algo a favor, que no nos íbamos a un hotel, sino a un piso, a una casa de verdad y para pasar, nada más y nada menos que todo el mes de agosto.
Yo echo mucho de menos Pontevedra y pasar tiempo con mi familia y amigos de toda la vida, así que el mes de agosto organizado así era un regalazo para mí que, por si fuera poco, estoy de cumpleaños ese mes.
Pero claro, se hace raro, no hay remedio. Un piso estupendo, pegado a la casa de mi hermana... pero extraño; no es mío, no es la casa de mi madre.
Y el tiempo, que no es que ayudase ni mucho menos, porque en los diez primeros días de agosto pudimos ir a la playa sólo tres y el resto no paraba de llover. Y ahí me veía yo, con mi familia en una casa extraña, viendo llover y preguntándome qué hacía yo ahí y dónde estaba "mi verano de verdad", el de siempre. Y sólo los momentos con mis hermanas y sus familias me salvaban y me traían algo de cordura en ese mundo "raro", pero todo se me hacía cuesta arriba..
Y es que por mucho empeño que le pusiese y por mucho que me animase a mí misma recordándome que por fin iba a pasar un mes entero en Pontevedra, no ver a mi madre se me hacía más duro y más extraño que nunca. Era como si en mi cabeza no pudiese asumir su muerte y pensase que simplemente no la veía por no poder ir a su casa. Y pasaban los días y yo sin ver a mi madre, como si la tuviesen retenida en su casa y no nos dejasen visitarla. Sé que contado así parece estúpido pero en mi cabeza la desaparición de mi madre y el no poder pisar su casa, se juntaban de esa manera. Y es que además, asumir la pérdida al 100%, lo irreversible de la muerte de mi madre... pues como que no, que se me hace imposible.
Para completar el cuadro de alegrías y cosas buenas para poner en la lista en el lado positivo, por primera vez en muchos años pude volver a estar todos los días de toros con mi peña; y me recibieron como locas (es que lo son) y me sentí muy feliz y sobre todo muy querida, algo que me hace mucha falta por las "heridas de guerra" que ya llevo encima. Pero es que hasta a eso le costó arrancar, porque el primer día también fue raro, sin apenas gente y jolgorio por la calle y encima me fui, dejando medio sin organizar a mis hijos y mi marido en una casa desconocida y con la niña extrañando todo y a todos. Ufff, me pongo nerviosa al recordarlo. Pero bueno, al final me cundió, vaya si me cundió, los cuatro dias de juerga pontevedresa auténtica sacan del letargo al más pintado. Menos mal.

Y de igual modo, el verano, o al menos algo de buen tiempo también llegó finalmente. Y así pude disfrutar por fin de la playa, de NUESTRA PLAYA.
Mi marido nunca ha podido entender por qué siempre vamos a la misma playa, cuando ni siquiera es la mejor y Pontevedra tiene tantas y tan buenas. La verdad es que siempre le di motivos relacionados con la comodidad de tener restaurante y aseos en condiciones para los niños, o conocidos a los que nos gustaba ver.... pero este verano más que nunca necesitaba repetir y repetir mi playa hasta aburrirme. Porque cuando vas perdiendo tanto, una y otra vez y a tantos, y pierdes referencias importantes como la casa de tus padres, tus recuerdos, tus cosas....necesitas más que nunca algo que sientas como tuyo de verdad. Y me encanta el mar, y la playa, en cualquier versión, hasta las que tienen rocas y piedras incómodas...pero necesitaba mi playa, necesitaba aferrarme a algo mío.

Y al sentarme por fin frente al mar, en mi playa, me sentí bien, sencillamente bien. Y me reconcilié con la vida. Y me reconcilié conmigo misma, con todo lo que llevo encima y a veces me pesa, pero también con mi felicidad y mi fuerza, y con mis niños, que me provocan tanto amor y tan auténtico. Y la playa y el mar me trajeron a mi madre, sentada como tantas veces, en su silla bajo la sombrilla, mirando también el brillo del sol en el mar y sintiéndose tan feliz como yo en ese momento. Porque hasta en los peores momentos, mi madre quiso que la llevásemos a la playa, a ver el mar, y por eso allí la recuerdo tan plena. Y la playa también me trae a mi hermano, en la orilla, pateando las olas como un niño grande, tal y como lo vi por última vez. Y así cargo pilas y respiro fuerte, como si nunca antes hubiese sido consciente de que podía hacerlo. Y me siento con ganas de seguir viviendo, feliz y con energía para afrontar todo lo que venga, porque seguro que vendrán más cosas, la vida es así.

Y como un mes es tan largo y tiene tantos días, pues resulta que alguno de ellos te llegan noticias "del otro lado", de esa parte oscura de la vida y de la familia que quieres olvidar. Y la verdad es que venían de gente muy bien intencionada, de amigos de toda una vida que, no pudiendo entender como un viudo y sus hijas y nietos no tienen relación alguna, no pueden ni quieren quedarse de brazos cruzados e intentan un acercamiento. Pero no es posible un acercamiento a un padre que nunca nos ha querido y que nos ve como amenazas (no sé de qué), como gente que le ha hecho mucho daño (¿?¿?), como personas que le quieren por su dinero (¿qué dinero?). En fin...
Y lo peor es que toda esa información, repito, que nos llega con la mejor de las intenciones, nos hace mucho daño a las tres y nos revuelve el corazón y las tripas. Porque nos trae a nuestra vida una realidad que tratamos de olvidar cada día, simplemente para poder seguir adelante con nuestras vidas, simplemente por salud mental. Y entonces, conseguir algo tan simple como estar tranquilas se hace más y más difícil, porque te sientes observada y porque siempre hay alguien que te pregunta "¿qué te pasa con tu padre?"; y te ves de nuevo dando explicaciones, como defendiéndote ante un jurado y analizando situaciones que a nadie le importan. Y tienes que contar que no has tenido una relación buena nunca, que simplemente no ha existido, ni buena ni mala, pero que no queremos nada de mi padre, NADA, ni hacerle daño, ni molestarle, ni dinero, ni herencia, ni ninguna mierda parecida.... sólo queremos seguir con nuestra vida. Y de puro simple, parece que la explicación no convence. Así que algo oscuro queda flotando en el aire y nos persigue un tufillo a conspiración contra el pobre anciano que no nos sacamos de encima.
Así que, con la oportunidad que me doy a mí misma con la publicación de mi blog, lo diré una vez más y por escrito: no me ha pasado nada con mi padre que haya provocado que no pueda pisar su casa y que no haya querido conocer a su última nieta; pero no pasa nada, no quiero nada, de nada; por querer, no quiero ni las cosas que tengo en esa casa. Tener que volver a pisar esa casa y ver a mi padre sería un precio demasiado alto a pagar para recuperar mis cosas. Nada material tiene tanto valor como el desasosiego infinito que me provocaría la visita.
Y ¿qué quiero? VIVIR, VIVIR TRANQUILA. Seguir con mi vida sin que nadie me moleste, nada más.
La parte buena de todo esto, además de seguir juntas, es que siempre hay gente que te conoce de verdad y que es precisamente la que no pide explicaciones. Porque la gente que te conoce y que te quiere no necesita comprobar versiones de uno y otro lado, no necesita explicaciones ni testimonios abalados por nadie...La gente que nos conoce y nos quiere se dedica sólo a consolarnos y a apoyarnos, tan sencillo y tan grande como eso. Y se agradece, no sabéis cuánto. Porque como siempre, sólo el amor de la gente que te aprecia de verdad te devuelve a la realidad y te hace sentir que no es verdad, que no todo el mundo se ha vuelto loco a tu alrededor, que la vida tal y como la recuerdas ha existido...

Y gracias a eso, al verano, al mar, al amor, a los recuerdos que viven dentro de ti y nadie te puede quitar, el verano fue extraño... pero estuvo bien.
Y ahora que lo he recordado y analizado, tengo que apoyarme en todo eso (lo bueno y lo malo) para afrontar la Navidad que... vaya tela!! Y es que si el verano es difícil la Navidad ni te cuento. El mismo tema Pontevedra-conflicto y por encima con frío, lluvia y villancicos ¡fun fun fun!
Menos mal que estaré con mis hermanas pero sobre todo menos mal que contaré con un arma infalible ¡¡pelucas de colores y narices de payaso!! No hay tristeza que se resista con ellas así que

¡FELIZ NAVIDAD!