jueves, 21 de febrero de 2013

Dejar de jugar

Últimamente mi hijo, de tan sólo dos años, me está volviendo loca en el mal sentido de la palabra.
Todas las mañanas le dan ataques de risa mientras yo intento vestirlo y aguantar a la vez mi risa; después no quiere ir a lavarse los dientes y peinarse y se pone a jugar a esconderse y salir, de nuevo muerto de la risa; cuando ya está listo, echa a correr para que no le ponga la cazadora.... y con todos esos tiempos de espera, de tira y afloja, de mantenerme firme pero no agresiva, comprensiva pero no permisiva... pienso en su educación, en lo que debo hacer para que se convierta en el niño y más tarde en el adulto que quiero que sea y, como todas las madres del mundo (al menos las buenas) me planteo si lo estoy haciendo bien y me siento culpable (odio esa palabra) por las veces que sé que no lo hago.
Cuando por fin lo dejo en la guardería, agotada ya mentalmente, intento respirar, serenarme y me pongo a pensar en cómo funciona su pequeña cabecita y en por qué le divierte tanto sacarme de quicio. Y lo peor es que lo entiendo perfectamente. Entiendo que todo momento le parezca un buen momento para jugar, que cada ocasión en que estamos juntos la aproveche para partirse de risa y hasta que busque que al final yo le coja por la mano y lo lleve corriendo de su habitación al baño ¡es que es divertido correr por la casa de la mano de mamá! Y lo peor es que, a mis cuarenta años, a mí me encanta jugar y los ataques de risa son mi especialidad; así que por las tardes, cuando no tenemos que llegar al cole ni hacer las cosas corriendo, cantamos juntos, aplaudimos, jugamos, nos escondemos el uno del otro y nos entregamos sin reparos a los ataques de risa espontáneos, que son los mejores, los de reir por reir, por el simple gusto de entregarnos a la felicidad pura y dura.
Así que, al final, ¿qué tenemos que hacer para educar, acotar la diversión, reducir los juegos y las risas? Pues a veces sí, claro que sí ¿qué pasaría si les dejásemos jugar todo lo que quieren?... Quiero pensar que no serían más felices, sólo acabarían más cansados al final del día y sin haber comido bien ni haberse cambiado el pañal. Pero algo dentro de mí se entristece un poquito cuando comprende que crecer, A LO MEJOR, es eso, es dejar de jugar y de reírte por nada. Para que después, de mayor, te digan que te estresas, que eso es malísimo y que tienes que recuperar al niño que llevas dentro, "jugar" con tu pareja para que no os coma la rutina e ir a risoterapia para encauzar tu vida.¿A qué estamos jugando?

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