domingo, 13 de enero de 2013

Mi homenaje

El día del funeral de mi madre leí el texto que figura a continuación. La motivación para escribirlo era absolutamente personal e íntima pero no puedo expresar lo que sentí al leerlo delante de tanta gente y así hacerlo público. Sólo puedo decir que algo más fuerte que yo me decía que tenía que hacerlo, que debía contar bien alto quién era mi madre, que debía de "hacer justicia", hacer que, al menos una vez, al menos al morir, ella fuera la protagonista.
Me resulta difícil expresar lo increiblemente bien que me sentí al leerlo pero, si hay momentos que justifican una vida entera, este fue uno de ellos.
Este fue mi pequeño homenaje:

"Mi madre era una madre de las de antes, de las que se casaban para toda la vida y la dedicaban por entero a cuidar de su casa, su marido y sus hijos. Era una época en la que no se estilaba hacer otra cosa pero creo que, a toro pasado, no habría cambiado ni un solo día de esa vida por una carrera profesional brillante. Era una madre vocacional.
Mi madre era una madre de las de antes, de las que decía que no molestásemos a papá porque trabajaba mucho pero nunca reivindicaba su propio trabajo y esfuerzo. Tuvo tres hijos en menos de tres años y después llegué yo, así que fue todo un relajo criarme a mí sola cuando los otros tres ya estaban creciditos.
Yo he tenido la enorme suerte de tener un hijo antes de que mi madre se fuese. Así he podido “redescubrirla”: he podido saber que era cierto cuando me decía “no habrá nadie que te quiera como yo”; he podido preguntarle cómo se las arreglaba con cuatro niños, en la Caeira, sin coche ni carnet, cuando yo me agotaba con uno; he podido confirmar que mi llegada fue un regalo para ella: Mara tenía cinco años así que se dio el gustazo de disfrutar mucho de mí. Hubo gente que le dijo que me mimaba demasiado, que se notaba que era “hija de padres viejos”, pero ella me dio todo el amor que quiso, sin contestarles ni cambiar su actitud. Así que yo le debo a mi madre mucho de lo que soy, mi carácter, mi personalidad y mi seguridad. Sentirme tan querida desde que nací sólo me ha facilitado la vida.
Mi madre era una madre de las de antes.
Mi madre era una madre de las buenas, de las que a veces te decía lo que debías hacer pero nunca te impedía que hicieses lo contrario. Yo siempre me sentí libre de escoger mi vida y, si dudaba, no tenía que acudir a sus palabras, sino a su vida. Su ejemplo ha sido siempre la mejor escuela para mis hermanos y para mí.
Siempre pensó primero en nosotros, en mi padre, mis hermanos y yo antes que en ella. Ni siquiera en este último año conseguimos que, alguna vez, dijese qué quería hacer ella; su respuesta siempre fue la misma: “a mí me da igual, lo que queráis”.
Mi madre nunca flaqueó ni se rindió, en ninguna circunstancia, ni en la enfermedad que se la llevó. Nunca se quejó, ella nunca tenía dolor ni quería nada y siempre, siempre, siempre agradeció el cuidado y el cariño.
Mi madre quería a sus hijos más que a nada en el mundo; se sentía orgullosa de todos en cualquier circunstancia y lo dio todo, sus fuerzas, su vida y su corazón por salvar a mi hermano. Nunca dejó de quererlo, nunca le dio la espalda, nunca tiró la toalla y siempre confió en él, en que saldría adelante. Y lo consiguió, recuperó a Carlos, al Carlos que siempre debería haber sido. Pero nunca se apuntó el tanto, nunca dijo “yo que lo curé”, “yo que estuve ahí”… al contrario, le dio todo el mérito a él y se lo hizo saber. Cuando Carlos se operó del corazón celebramos la Navidad y Carlos le dijo a mi madre “pensé que no llegaría a tener Navidad”. Ella le dijo “todo depende de ti, tendrás tantas Navidades como desees”.
Por desgracia se equivocó.
No imagino el dolor, aunque pude verlo. Sé con certeza que fue la muerte de Carlos lo que comenzó a matarla y no su enfermedad.
Pero entonces, COMO SIEMPRE, mi madre no se permitió a sí misma caerse, así que apretó los dientes, sacó toda su fuerza y se ocupó de nosotras tres. No se derrumbó delante de nosotras, no pataleó ni gritó, no mostró su corazón destrozado… esa misma noche se puso a hacer café con leche para todos.
ASÍ FUE SIEMPRE MI MADRE.
Podría seguir hablando de ella horas y todo lo que os contaría sería bueno. Pero estoy segura de que, los que estáis acompañándonos estos días podríais contarme a mí otras historias similares.
Así que por eso NO HAY CONSUELO, porque la vida no será la misma sin ella.
La vida que conocíamos se ha acabado. Pero hay futuro, porque tenemos hijos pero, sobre todo, porque la madre que tuvimos no nos permitiría otra cosa.
Así que tiraremos de pasado para construir ese futuro. Y PODREMOS, COMO SIEMPRE, como ella haría.
Me gusta pensar que ella está feliz, que está tranquila, sin dolor y que sonríe, COMO SIEMPRE; e incluso me encanta pensar que se ríe a carcajadas, porque Carlos está con ella.
Siempre imaginé una vida mejor para mi madre y no porque la suya fuese mala sino porque creo que todo era poco para ella.
También imaginé un final mejor, dentro de muchos años.
Me gusta imaginar que se ha ido como dice la canción de Amaral:

El día que yo me muera
me tumbaré sobre la arena
y que me lleve lejos cuando suba la marea

Sólo me queda, por último, dar gracias, en mi nombre y en el de toda mi familia.
GRACIAS a los que estáis pero, sobre todo, a los que también estuvisteis estos últimos meses.
GRACIAS a mis hermanas, por cuidarla, por quererla tanto, por el cariño, la entrega y por la alegría y las risas, SIEMPRE, en las peores circunstancias.
GRACIAS a Mara por dar su vida.
GRACIAS a todos, DE VERDAD.
Y GRACIAS. MAMÁ, POR ENSEÑARME LO QUE YO DEBO SER PARA MI HIJO."

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