lunes, 15 de octubre de 2012

Dulces sueños

No hay nada más tierno que un bebé durmiendo.
Bueno, vale, no hay nada más tierno para mí que MI bebé durmiendo.
Entré hace unas horas, a oscuras, en plan furtivo y "armada" con una lamparita, para cortarle las uñas; es que le horroriza que se las corte y de día, despierto, es una batalla insoportable, mientras que de noche son cinco minutitos. El caso es que me he convertido en una experta porque ya he encontrado la luz adecuada (que se vean bien las uñas pero no lo despierte) y el momento adecuado, una media hora o tres cuartos después de quedarse frito.
Y cuando entro así y lo encuentro tan profundamente dormido aprovecho y primero le corto las uñas, no vaya a ser que despierte, pero después, cuando "el trabajo ya está hecho" y sé que no me lo van a echar de la guardería por guarro, me quedo un ratito mirándolo, tan dormido, tan ajeno a todo y tan pero tan bonito que me parece mentira que hayamos hecho una cosita así.
No hay nada más tierno.

jueves, 11 de octubre de 2012

La fuerza de la costumbre

A esta hora me acuerdo mucho de mi madre. Era más o menos la hora a la que la llamaba, acostaba al niño y entonces ya me quedaba libre para llamarla y saber cómo estaba.
Últimamente ya era muy consciente de las pocas llamadas que me quedaban por hacer así que disfrutaba del placer y la suerte que es poder descolgar un teléfono y decir "hola, mamá". Sabía que, en poco tiempo, ya no podría volver a hacerlo, decir "hola, mamá" y que al otro lado ella contestase "hola, hija ¿cómo estás?"; sabía que lo iba a echar mucho de menos y ahora estoy en eso.
Parece que puedo escucharla, siempre me preguntaba "¿qué tal el pequerecho?" y disfrutaba mucho de todo lo que le contaba sobre él.
La verdad es que últimamente el momento de la llamada me llenaba de angustia y de mucha tensión. No sabía cómo la iba a encontrar, era evidente que las cosas ya no marchaban bien (me resulta curioso decir esto cuando nunca fueron bien) y, lo peor es que a veces no era capaz de mantener con ella una conversación normal: le repetía varias veces la misma pregunta y ella parecía "haberse desconectado", al rato "conectaba" y seguía una conversación coherente... uff, se me corta la respiración al recordarlo. Mis hermanas me explicaron algo, que era como si su cerebro dejase de oirme a veces. Terrible.
Pero otras veces el momento de la llamada era estupendo: contestaba feliz y animada, por lo que sea sus dolores/molestias habían remitido o, en la mayor parte de las veces, era porque mi hermana la había llevado ese día a la peluquería o a tomar un café o a las dos cosas. Nunca podremos agradecerle suficiente a mi hermana todo lo que le dio a mi madre en estos meses y todo lo que nos dio a mi otra hermana y a mí.
Qué subidón me daba escuchar a mi madre así, era como si todo se pasase en un segundo.
Voy a intentar quedarme con la sensación de estas "llamadas buenas" y recordarla cuando eche tanto de menos como ahora llamar a mi madre.
"Hola, mamá, ¿cómo estás?"

viernes, 5 de octubre de 2012

Viviendo

Soy de esas personas que necesita escribir, que necesita contar lo que le pasa o lo que se le pasa por la cabeza. No sé por qué, pero siempre me ha pasado, al menos desde hace muchos años.
Además hay momentos de mi vida en que escribir se ha convertido en "una salida", a veces la única salida.
Este es uno de esos momentos.
En agosto se murió mi madre. Como soy una persona normal y ella una madre estupenda, estoy desolada. No pienso en otra cosa, no me lo quito de la cabeza y sé que sólo el tiempo me permitirá volver a construirme mi vida normal. Pero ese tiempo aun no ha pasado y aquí estoy, triste perdida y escribiendo.
Hace poco leí "cuando tengas un monstruo, escríbele" así que supongo que eso hago.
Y no es que no tenga a nadie a quién contar mis penas, al contrario. Tengo la suerte de tener una familia y unos amigos que no me dejan sola ni dejan de preocuparse por mí. Pero no pueden llegar a todo, no están en mi cabeza, no pueden estar dentro de mí a todas horas. Además, cuando te pasa algo así la tristeza es tanta que te da la sensación de que no sabes hablar de otra cosa, porque para tí no existen otras cosas. Así que tampoco quieres monopolizar las vidas y las conversaciones de los demás. Y callas. Pero dentro de ti todo sigue.
Por eso lo de la salida, por eso lo de escribir y dejar que todo fluya, que salga.